Recuerdos del Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque

Juan Almeida Bosque

La huella del Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque en la antigua provincia de Oriente perdurará mucho tiempo, pese a que solamente fueron cinco años los que fue Delegado del Buró Político del Partido Comunista de Cuba (PCC) en esa parte de Cuba en los años 70 del pasado siglo.
Su impronta en esa amplia región, donde funcionan hoy cinco provincias, es similar a la dejada en todos los lugares por los que pasó en su larga trayectoria, desde que asaltó el Cuartel Moncada hasta que murió hace 16 años, un 11 de septiembre de 2009.
Su carácter afable con todos no restaba un ápice de su autoridad y pese a sus muchas obligaciones encontraba tiempo para escribir más de 300 canciones. Algunas de ellas constituyeron símbolos de etapas revolucionarias, como la dedicada a la mexicana Lupe cuando embarcó en el Yate Granma, y su gusto musical contribuyó al desarrollo de nuevos estudios de grabación.
Un detalle curioso, que refleja su interés por mantener el permanente vínculo con el pueblo, era su costumbre durante la primera mitad de los años 70 de pasar algunas horas de sábados en la noche sentado en su jeep, con la puerta abierta y sólo con su chófer, en los bajos del santiaguero hotel Casa Granda, para conversar con todos quienes se acercaban a saludarle.
Formando una increíble dupla con Armando Hart Dávalos como Primer Secretario del Comité Provincial del PCC, Almeida supo ganarse el cariño de los santiagueros y de todo el pueblo del oriente del país que lo adoptó como un hijo pese a ser habanero por nacimiento.
Fueron las tropas del Tercer Frente Mario Muñoz del Ejército Rebelde, que él comandaba, las primeras que entraron para liberar la reconocida posteriormente como Ciudad Héroe, lo cual le granjeó un cariño especial.
Una pequeña anécdota resulta muestra de esa autoridad y respeto. Era el verano de 1972 y el primer carnaval de Santiago de Cuba que Almeida decidió apoyar desde su alta investidura, con el antecedente de que el año anterior hubo en esas fiestas varios muertos y se produjeron masivas riñas entre comparsas y congas de los barrios tradicionales.
Convocó entonces Almeida a todos los jefes de comparsas y congas y a las figuras locales de mayor influencia en el mundo del tradicional carnaval a una reunión en el Comité Provincial del PCC. Cuando él entró todos se pararon con respeto y le aplaudieron.
Ustedes son ahora mi tribu y yo soy el que manda aquí, así que lo único que les voy a decir es que este año en los carnavales no puede haber ni un muerto ni una bronca, yo les voy a dar todos los cueros de chivo que necesitan para los tambores y las ropas para las comparsas, pero tienen que comprometerse conmigo en eso, dijo más o menos así.
Los asistentes se pararon entonces con una ovación en la que a algunos se les saltaron las lágrimas. Almeida dio por terminada la reunión y ese año en los famosos carnavales de Santiago de Cuba, por primera vez en mucho tiempo, no hubo ni un muerto ni una pelea entre las comparsas y las congas.
De su valentía personal es conocida la anécdota del penoso desembarco del Granma en una zona pantanosa del sur oriental, donde fueron sorprendidos por las fuerzas del ejército de Fulgencio Batista mientras descansaban un rato al borde de un cañaveral en la zona conocida como Alegría de Pío, con todos agotados por un desembarco que parecía más un naufragio.
En el fragor combate, Almeida rescató a Ernesto Guevara, luego conocido como el Che, quien era el médico de la expedición y resultó herido en el cuello. Al escuchar los gritos que les conminaban a la rendición gritó: “¡Aquí no se rinde nadie, Co..!!”, repetida en Paya Girón, la Crisis de Octubre y ante cada amenaza de Estados Unidos.
A inicios de 1953 Almeida conoció a Fidel Castro Ruz, cuando tenía 26 años y trabajaba como taquillero, mozo de limpieza y albañil en el balneario de la Universidad de La Habana. De inmediato se identificó con sus ideas revolucionarias de enfrentarse con armas a la tiranía de Fulgencio Batista, y comenzó a entrenarse clandestinamente junto a su amigo Armando Mestre, con quien viajó luego a Santiago de Cuba para asaltar el Cuartel Moncada.
Luego del triunfo del 1 de enero de 1959, el Comandante Almeida asumió importantes responsabilidades en la defensa de la Patria, y en la conducción política de la Revolución como integrante del Comité Central y del Buró Político del PCC desde su fundación en 1965 y ratificado en todos los Congresos.
También Almeida fue presidente de la Comisión de Revisión y Control del Comité Central; Vicepresidente del Consejo de Estado hasta su desaparición física y, desde 1993 fue Presidente de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC), cargo que ocupó hasta su muerte el 11 de septiembre de 2009, siete meses después de cumplir 82 años.
Fueron muchas las condecoraciones y órdenes nacionales e internacionales que recibió en su intensa vida, entre las que destacan el Título Honorífico de Héroe de la República de Cuba y la Orden Máximo Gómez de primer grado, otorgados el 27 de febrero de 1998, en ocasión del aniversario 40 de su ascenso a Comandante en la Sierra Maestra.
Acumuló una obra artística, la cual incluye la autoría de una docena de libros. Con el libro “Contra el agua y el viento” obtuvo el Premio Casa de las Américas en 1985 al narrar los hechos del paso del ciclón Flora por la zona oriental en octubre de 1963, en los cuales participo directamente para rescatar a la población afectada por el desborde de ríos y la perdida de sus viviendas.
Su intensa vida revolucionaria e intelectual lo hacen uno de esos hombres que nunca mueren en el corazón del pueblo cubano al que dedicó toda su vida.
 

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