
Autor
El Movimiento 26 de Julio (M-26-7) divulgó el 8 de agosto de 1955 el primer manifiesto escrito en México por Fidel Castro Ruz al pueblo de Cuba, en el cual retoma el Programa del Moncada y proclama que al adoptar de nuevo la línea del sacrificio asumimos ante la historia la responsabilidad de nuestros actos.
El manifiesto comienza con dos frases de nuestros próceres. “Vivo por mi patria y por su libertad real, aunque sé que la vida no me ha de alcanzar para gozar del fruto de mis labores, y que este servicio se ha de hacer con la seguridad, y el ánimo, de no esperar por él recompensa”, de José Martí, y “Mis deberes para con la patria y para con mis convicciones están por encima de todo esfuerzo humano, por ello llegaré al pedestal de los libres o sucumbiré luchando por la redención de mi pueblo”, de Antonio Maceo.
“Por acuerdo expreso de sus dirigentes se me confió la redacción de este primer manifiesto al país y los que en lo sucesivo verán la luz en forma clandestina”, declara en su inicio Fidel Castro y precisa que “al cumplir esta misión que me impone el deber, no vacilo en asumir la responsabilidad que implica calzar con nuestra firma estas proclamas que serán una constante arenga al pueblo, un llamado sin ambages a la Revolución, y un ataque frontal a la camarilla de criminales que pisotea el honor de la nación y rige sus destinos a contrapelo de su historia y de la voluntad soberana del pueblo”.
Y aclara que “aunque en estos instantes me encuentre ausente del territorio nacional y por tanto fuera de la órbita de los tribunales que en él imparten las sentencias que les dicta el amo, no vacilé tampoco en hacerlo cuando delante del tribunal que me juzgaba desenmascaré a los verdugos en pleno rostro, o desde las propias prisiones acusé con sus nombres al dictador y a sus generales sanguinarios de los crímenes del Moncada en manifiesto de fecha 6 de enero de 1954, o rechacé la amnistía bajo condiciones previas, o ya en libertad puse en evidencia ante todo el pueblo la entraña cruel e inhumana del régimen de Batista”.
“¡Qué me importan todas las acusaciones que puedan hacerme ante los tribunales de excepción! Cuba es mi Patria y a ella no volveré nunca o volveré dignamente como me lo tengo prometido. Las naves están quemadas: o conquistamos Patria a cualquier precio, donde pueda vivirse con decoro y con honor, o nos quedamos sin ella”, recalcó el máximo líder de la Revolución y luego su Comandante en Jefe.
La joven vanguardia revolucionaria en el exilio había emprendido el camino de la lucha armada ante la pasividad de los partidos tradicionales frente a la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista y reiteraron en este manifiesto los puntos clave del Programa del Moncada:
“1. Proscripción del latifundio: distribución de la tierra entre familias campesinas; concesión impostergable e intransferible de la propiedad a todos los pequeños arrendatarios, colonos, aparceros y precaristas existentes; ayuda económica y técnica del estado; reducción de impuestos.
2. Reivindicación de todas las conquistas obreras arrebatadas por la dictadura; derecho del trabajador a una participación amplia en las utilidades de todas las grandes empresas industriales, comerciales y mineras, que deberá ser percibida por concepto distinto al sueldo o salario en épocas determinadas del año.
3. Industrialización inmediata del país mediante un vasto plan trazado e impulsado por el Estado que deberá movilizar resueltamente todos los recursos humanos y económicos de la nación en un supremo esfuerzo por liberar al país de la postración moral y material en que se encuentra. No se concibe que exista hambre en un país tan privilegiado por la naturaleza donde todas las despensas debieran estar abarrotadas de productos y todos los brazos trabajando laboriosamente.
4. Rebaja vertical de todos los alquileres, con beneficio efectivo de los dos millones doscientas mil personas que hoy invierten en ellos la tercera parte de sus entradas; construcción por el estado de viviendas decorosas para dar albergue a las cuatrocientas mil familias hacinadas en cuarterías, barracones, solares y bohíos inmundos; extensión de la electricidad a los dos millones ochocientas mil personas de nuestra población rural y suburbana que carecen de ella; iniciación de una política tendiente a convertir cada inquilino en propietario del apartamento o casa que habita sobre la base de una amortización a largo plazo.
5. Nacionalización de los servicios públicos: teléfonos, electricidad y gas.
6. Construcción de diez ciudades infantiles para albergar y educar integralmente doscientos mil hijos de obreros y campesinos que no pueden en la actualidad alimentarlos y vestirlos.
7. Extensión de la cultura, previa reforma de todos los métodos de enseñanza hasta el último rincón del país, de modo que todo cubano tenga la posibilidad de desarrollar sus aptitudes mentales y físicas en un medio de vida decoroso.
8. Reforma general del sistema fiscal e implantación de métodos modernos en la recaudación de los impuestos en forma tal que, evitando filtraciones y malos manejos con las contribuciones, el estado pueda satisfacer sus necesidades y el pueblo sepa que lo que paga de sus ingresos se revierte a la colectividad en beneficio de todas clases.
9. Reorganización de la administración pública y establecimiento de la carrera administrativa.
10. Implantación del escalafón militar inviolable y la inamovilidad de los miembros de las fuerzas armadas de modo que solo puedan ser removidos de sus cargos por causas justificadas promovidas ante tribunales contencioso-administrativos. Supresión de la pena de muerte en el Código Penal Militar por delitos cometidos en época de paz. Prestación por los institutos armados de funciones de beneficio social en todo el país, haciendo censos de carácter económico, catastros de tierra, deslindes, y construyendo por medio de su cuerpo de ingenieros, con remuneración especial, escuelas higiénicas y viviendas decorosas para los campesinos, los obreros y para los propios miembros de las fuerzas armadas que conservarían su propiedad al retirarse del servicio.
11. Retribución generosa y digna a todos los funcionarios públicos: maestros, empleados y miembros de las fuerzas armadas, retirados civiles y militares.
12. Implantación de medidas adecuadas en la educación y la legislación para poner fin a todo vestigio discriminativo por razones de raza o sexo que lamentablemente existen en el campo de la vida social y económica.
13. Seguro social y estatal contra el desempleo.
14. Reestructuración del poder judicial y abolición de los Tribunales de Urgencia.
15. Confiscación de todos los bienes a todos los malversadores de todos los gobiernos sin exclusión de ninguna clase para que la república recobre los cientos de millones que le han arrebatado impunemente y puedan invertirse en la realización de algunas de las iniciativas anteriores. ¿Alguien duda de que hubiesen sido posible de haber tenido la nación gobernantes honrados?”.
Y orientaba al M-26-7 difundir el manifiesto con estos puntos en un folleto que sería distribuido por todo el país antes del 16 de agosto, aniversario de la muerte del líder del Partido Ortodoxo Eduardo Chivas.
Y concluía Fidel con una profética oración: “Al adoptar de nuevo la línea del sacrificio asumimos ante la historia la responsabilidad de nuestros actos. Y al hacer nuestra profesión de fe en un mundo más feliz para el pueblo cubano, pensamos como Martí que «el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber», y que ese es el único hombre práctico cuyo sueño de hoy será la ley de mañana”.