
A 53 días de salir de prisión en Isla de Pinos por la presión popular a la dictadura de Fulgencio Batista, el líder de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz embarca el 7 de julio de 1955 hacia México para preparar la expedición que lograría finalmente construir una Patria libre y soberana.
Antes de establecerse en Ciudad México, Fidel escribió un manifiesto en el que expresó: “Me marcho de Cuba, porque me han cerrado todas las puertas para la lucha cívica. Después de seis semanas en la calle estoy convencido más que nunca de que la Dictadura tiene la intención de permanecer veinte años en el poder disfrazada de distintas formas, gobernando como hasta ahora sobre el terror y sobre el crimen, ignorando que la paciencia del pueblo cubano tiene límites. Como martiano pienso que ha llegado la hora de tomar los derechos y no pedirlos, de arrancarlos en vez de mendigarlos”.
Bien lo anticipó el líder cubano cuando preparaba su maleta para salir al exilio luego de tener que pedir dinero prestado para sacar su pasaporte, al parafrasear a nuestro Apóstol José Martí al referirse a Simon Bolívar cuando afirmo que de viajes como este no se regresa, o se regresa con la tiranía descabezada a los pies.
Antes de su partida, en el corto lapso de siete semanas y media Fidel realizó acciones trascendentales para la reorganización del movimiento que diseñó antes del asalto al Cuartel Moncada y hacerlo concordar con la nueva fase del proyecto insurreccional, ya nombrado como Movimiento 26 de Julio (M-26-7).
La contienda pública en el marco comunicacional se hizo evidente en el instante mismo de la salida del presidio, al denunciar Fidel que, pese a la apertura democrática que el régimen simuló con las falsas elecciones de noviembre de 1954, la restitución oficiosa de la Constitución de 1940 y la amnistía a los presos políticos, la dictadura continuaba siendo ilegítima y reaccionaria, y pretendía mantener el gobierno de manera indefinida, en contra de la voluntad del pueblo.
En su concepción estratégica Fidel valoraba altamente la existencia de un núcleo combatiente de vanguardia, los moncadistas, avalado por las vidas ofrendadas y su disposición a seguir combatiendo con un programa realista de cambios anhelados por el pueblo, una inteligente táctica, una certera visión estratégica y un efectivo método para atraer a las masas y encauzar la Revolución.
Igualmente, valoraba en el naciente M-26-7 el creciente descrédito de los personeros de la oposición que abogaban por soluciones seudo insurreccionales, golpistas, sin concretarlas nunca, y de quienes clamaban por aperturas cívicas, pacíficas, tanto más inútiles cuanto más el régimen los desdeñaba.
Fidel estaba consciente de la consolidación de la tiranía en el poder basada en un fuerte aparato de coerción policiaco-militar y el empleo de métodos impositivos y represivos contra quienes se le oponían, desde los pacíficos hasta los decididos por la lucha armada. Esto iba orientado especialmente contra el explosivo movimiento estudiantil, algunas bases obreras en rebeldía, comunidades campesinas despojadas de todo derecho, y hasta intelectuales progresistas y liberales que exigían solamente el retorno a la institucionalidad.
Por otra parte, era preciso unir las jóvenes fuerzas que empezaban a organizarse como las de Acción Revolucionaria Oriental después Acción Nacional Revolucionaria, con Frank País al frente, las universitarias polarizadas por José Antonio Echeverría que darán luego origen al Directorio Revolucionario, y otras, con base principal en la Ortodoxia.
Igualmente, Fidel desde México debió resolver las contradicciones surgidas entre antiguos miembros de Acción Libertadora, el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), o sus dirigencias que comenzaron a desacreditarse, como la Triple A.
Durante el exilio en el hermano país azteca, Fidel comenzó la batalla por nuclear una fuerza revolucionaria preparada para pelear en el terreno ideológico y político, contando siempre con el apoyo del pueblo de Cuba, y especialmente en el campo militar, con efectivos entrenamientos clandestinos y una disciplina espartana.
Un mes después de su llegada dio a conocer el 8 de agosto de 1955 el Manifiesto no. 1 del Movimiento 26 de Julio, en el cual expuso sus objetivos y los 15 puntos centrales que estructuraban el orden prioritario de su razón de ser.
Eludiendo la vigilancia de las autoridades aztecas, las maniobras de la embajada cubana en contubernio con fuerzas oscuras interesadas en el fracaso de la Revolución, se movían recaudando fondos y armas. En ese tiempo, Fidel sostuvo en su exilio dos encuentros con Frank País García, dirigente en la Isla del M-26-7, quien viajó hasta el vecino país en la fecha del primer Manifiesto y luego para programar las acciones de apoyo al desembarco del yate Granma, el 30 de noviembre de 1956. Igualmente acordó un plan de acción con el líder estudiantil José Antonio Echeverria. La Revolución Cubana comenzó en México su marcha.