
El 23 de mayo de 1866 falleció en San Antonio de los Baños, ciudad y municipio de la actual provincia de Artemisa, el sabio Tranquilino Sandalio de Noda Martínez, considerado una figura cumbre de la ciencia cubana en el siglo XIX pese a que tuvo una formación básicamente autodidacta.
Por esa razón, José Martí definió al afamado investigador, agrimensor, agrónomo, cartógrafo, economista, matemático, traductor, periodista, pintor, escritor, dibujante, taquígrafo, poeta y escritor como "un titulado de la naturaleza". En tantas actividades logró brillar que, en 1892, criticando una medida colonial que prohibía a los universitarios hacerse doctores en Cuba, Martí aseguró que “la tierra que da Nodas puede pasarse sin doctores”.
Nació el 3 de septiembre de 1808 en el Cafetal Waterloo, propiedad de colonos franceses en San Marcos, antiguo nombre de Artemisa cuando pertenecía a la provincia de Pinar del Río, y desde muy joven mostró su afición por medir tierras y caminos.
Considerado un erudito, además del español, dominaba el idioma inglés, el francés, portugués, griego, el latín, e incluso varias lenguas africanas que le permitían comunicarse con los esclavos: mandingas, congos, carabalí y lucumí. Realizó además estudios del alfabeto maya e inició un diccionario de voces siboneyes. Para todo lo anterior contó con el acceso a la biblioteca de un emigrado francés y el asesoramiento del agrónomo José M. Dau, el cual le facilitó adquirir conocimientos en diferentes ciencias.
A los 20 años ya Noda era Socio de Mérito de la Sociedad Económica de Amigos del País, gracias al impacto de varios de sus textos sobre agricultura, entre los cuales resaltan “Memoria sobre las causas que pueden producir la alternación de las cosechas de café y los medios de evitarla”.
En 1830, a sus 22 años, realiza el primer Atlas Hidrográfico de Cuba. Cuaderno manuscrito sobre papel en tinta china y grafito que contiene 10 mapas de la Isla de Cuba. En 1831, recibió premio por su trabajo “Memoria sobre el modo de exterminar la hormiga bibijagua”.
Fue el primero en reportar la existencia de peces ciegos en la laguna de Ariguanabo, apoyando su descubrimiento con información e ilustraciones y elaboró el primer Atlas Hidrográfico de la Isla. Entre sus obras se encuentran su atlas matemático, físico y político, una memoria sobre el Sistema Métrico Decimal y ventajas de su implementación, y un libro muy completo sobre el cultivo del tabaco.
Su desempeño como hombre de ciencia obtendría en la época reconocimiento nacional. Esteban Pichardo, eminente intelectual del siglo XIX, apuntó que "la cabeza de Noda es un almacén ambulante de conocimientos diversos, retenidos por una memoria prodigiosa. José Martí lo incluiría entre los científicos más connotados de la época, llamándole "el pasmoso Noda", y se refirió a él como “el sabio más laborioso de Cuba”.
Este ilustre vueltabajero, como le llamaban en la prensa de la época, alcanzó el título de Agrimensor titular de la Academia Pretorial en 1840 y tue capaz de internarse en la Cordillera de Guaniguanico, explorar la Sierra del Rosario, los mogotes de la Sierra de los Órganos, y su sistema cavernario. Caminó y conoció las costas de Pinar del Río y su historia, dibujó mapas de casi todas las haciendas de la región y dedicó parte de su tiempo a escribir poesía.
A su genio se debió una completa memoria escrita sobre el tabaco en la segunda mitad del siglo XIX, con la descripción de la planta, diferentes calidades, suelos apropiados para el cultivo, semilleros, plan de un semillero artificial, preparación de tierras y abonos, aplicación del guano del Perú, siembra y asistencia de los campos, corte, métodos de secado, pilones, escogidas y enterciadura. Sus artículos fueron determinantes también en la urbanización de San Diego de los Baños, demostrando los beneficios para la salud de las aguas minero-medicinales del río Caiguanabo o río San Diego.
Escribió mucho y de muy variados temas publicados en los periódicos: El Siglo, Revista de La Habana, Labrador, La Habana y El Faro Industrial. Entre estas obras se encuentran: Cartas a Silvia, Versos a Laura, Cuentos sobre guajiros y negros, Apuntes sobre la Historia de Cuba, La lápida mortuoria de Velázquez, Apuntes sobre Yucatán, Epitafios, De la Lengua Castellana, y Paseo pintoresco por la Isla de Cuba. Cada uno de estos títulos es una suerte de colección, pues fueron varias las composiciones poéticas, cuentos y ensayos históricos.
Luego del más famoso de sus ensayos dedicado a Luisa Pérez de Zambrana, escrito primero en latín y luego trasladado al español, le fueron solicitados otros por distintas publicaciones. Sus estampas son breves artículos laudatorios dedicados a resaltar el patrimonio nacional como: “La Fuente de la India”, “El Castillo de la Fuerza”, “El Castillo de la Cabaña”, “El Interior de la Catedral de La Habana: Sepulcro de Colón”, y “Antigüedades Góticas”, entre otros.
Resaltan también sus publicaciones en "Las Memorias de la Sociedad Económica de Amigos del País" y en "Los Anales de la Junta de Fomento. Escribió notables trabajos de Geografía, Estadística, Economía y Política.
Quedaron múltiples obras inconclusas o perdidas en parte, entre ellas: Diccionario Siboney, Apuntes sobre un diccionario de Lenguas africanas, Educación Elemental, Nuevo Arte de la Taquigrafía; Traducciones de Voltaire: La Henriade, Adelaide du Gueselin, La mort de Cesar. Quedó inconclusa su novela "El Cacique de Guajaba" y un Elogio sobre Luis de Camoens.
Mucho habría que escribir de los aportes de este sabio pinareño que antes de morir a los 58 años se había recluido en su casona de San Antonio de los Baños donde escribía su tercera novela. De él no queda ni un retrato, pues el cuadro que pintara Armando Menocal estuvo basado en descripciones de quienes lo conocían. Ni su casa en San Antonio de los Baños, donde murió, quedó en pie luego de un incendio. Su fortuna fue legada por él según sus historiadores “para un humilde entierro y para repartir entre los niños huérfanos menores de doce años”. Los homenajes a su memoria aún no destacan todos los aportes de Noda al país que tanto amó.