
La Revolución Cubana nunca abandona a sus combatientes.
Ese principio establecido por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz al retrasar la llegada del yate Granma hasta encontrar a un expedicionario caído al agua, se cumplió siempre y así pasó con la búsqueda de los restos de Ernesto Che Guevara por 30 años hasta traerlos a Cuba el 12 de julio de 1997.
Durante tres décadas los restos del Guerrillero Heroico y sus compañeros de lucha en Bolivia fueron un misterio celosamente guardado por quienes los asesinaron en el pequeño caserío montañoso de La Higuera el 9 de octubre de 1967, y por quienes lo ordenaron, la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos y la dictadura militar del general boliviano José Barrientos.
"Sé que viene a matarme. Dispare cobarde, que sólo va a matar a un hombre", fue la frase que el Che Guevara dijo en La Higuera ante su asesino, el sargento boliviano Mario Terán y dos días después, el 11 de octubre su cuerpo fue amarrado a un helicóptero y trasladado al lavadero del hospital Nuestro Señor de Malta, en Vallegrande, donde permaneció en exhibición pública y con grandes cantidades de formol para evitar su descomposición.
Hasta la zona se acercaron cientos de personas, entre ellas monjas y mujeres de la villa que señalaron su parecido con Jesucristo y le cortaron mechones de pelo para preservarlos como talismanes, y con el paso de los años los vecinos de la zona comenzaron a venerarlo como San Ernesto de La Higuera. Por su parte, los soldados y funcionarios se quedaron con las cosas que el Che llevaba al morir. Después de la presentación del cuerpo del Che, como era común hacer con los guerrilleros, hicieron desaparecer el cadáver, no sin antes cortarle las manos para conservarlas como prueba de su muerte.
Desde su asesinato autoridades de Cuba realizaron múltiples indagaciones para averiguar el destino final de los restos, tiempo durante el cual se acumularon testimonios de otros guerrilleros, militares y campesinos bolivianos, los cuales se investigaron, pero sin encontrar una pista considerada creíble.
Existían versiones contradictorias. El general boliviano Juan José Torres declaró que el cuerpo había sido incinerado, mientras el general Alfredo Ovando afirmó lo contrario, y otros decían que sus restos se habían lanzado al mar. En realidad, la orden de cremación fue dada pero nunca pudo ser ejecutada por carecer entonces de los medios adecuados y miedo a la reacción negativa de la población al ser ilegal esa acción en Bolivia.
Una importante pista que cambió el rumbo de la investigación para encontrar la fosa común donde estaba enterrado el Che la proporcionó uno de sus testigos, el general boliviano retirado Mario Vargas Salinas, quien el 21 de noviembre de 1995 dijo al The New York Times que su tumba estaba debajo de la pista vieja del aeropuerto de Vallegrande, pequeña ciudad cercana a La Higuera.
Ante el revuelo internacional formado por esas declaraciones, el presidente de Bolivia en aquella época, Gonzalo Sánchez de Lozada, firmó un decreto que autorizaba iniciar la búsqueda y ordenó a soldados bolivianos comenzar la labor en terrenos adyacentes al servicio de caminos, vivero, cementerio, hospital y la Cañada del Arroyo en Vallegrande.
El doctor cubano en Ciencias Médicas Jorge González, entonces director del Instituto de Medicina Legal de La Habana y posterior rector de la Universidad de Ciencias Médicas, fue designado por el Comandante en Jefe Fidel Castro para encabezar la búsqueda científica de los restos de Ernesto Che Guevara y sus compañeros de guerrilla en este país, entre los años 1995 al 1997.
Con la pista del general Salinas el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y un grupo de expertos cubanos comenzaron a estudiar el terreno en Vallegrande en busca de indicios que dieran con la fosa. El 30 de marzo de 1996 el EAAF se retira de la búsqueda, cuando ya se habían estudiado 210 fosas, pero los cubanos, junto a amigos bolivianos, continuaron la labor, sobreponiéndose a momentos de angustia, revelados por el doctor González a Prensa Latina “cuando nos comunicaron la noche del 27 de enero de 1997 que nos quedaban dos días para encontrar los restos”.
“Nos quedaba poco tiempo, pero teníamos una preparación, habíamos hecho un estudio serio, científico, un trabajo colectivo, y teníamos la certeza que los restos debían estar allí', expresó González.
Sin embargo, agregó, el momento más emotivo fue al día siguiente en la mañana, el 28 de enero, “cuando vimos el primer elemento del entierro (restos óseos), porque ya sabíamos que independientemente de lo que pasara, cuando encontráramos al Che podíamos seguir adelante con la búsqueda”.
En todo este proceso se encontraron los cadáveres de 31 de los 36 guerrilleros que habían sido enterrados en Valle Grande, en el departamento de Santa Cruz.
Pero no fue hasta el 28 de junio de 1997 cuando se produjo el punto culminante de las tareas de búsqueda, tras el hallazgo de una osamenta a la que le faltaban las manos, junto a otros seis de sus guerrilleros. Adherida a los restos del Che, se halló parte de su chaqueta verde olivo y aún quedaban trozos del cinturón de cuero que llevaba el día que fue asesinado.
Más tarde, otras evidencias como la prominencia del cráneo y la ausencia del molar superior izquierdo confirmarían que se trataba de los restos del comandante Che Guevara. "La familia quería tener sus restos y nosotros logramos encontrarlos", afirmó el jefe de la expedición científica,
Al exhumar los cadáveres, fueron trasladados hacia el Hospital Japonés de Santa Cruz de la Sierra y en siete días esclarecieron la identidad de cada uno. En La Habana también se realizaron estudios de ADN al Che que confirmaron la autenticidad de los restos.
El 12 de julio de 1997 sus restos y los de seis de sus guerrilleros fueron llevados en avión hasta La Habana donde el Comandante en Jefe Fidel Castro presidió en la noche el acto televisado a todo el país en el aeropuerto militar de San Antonio de los Baños, para darle la bienvenida a su entrañable amigo y compañero.
Tras la llegada de las osamentas, la hija de Che, Aleida Guevara March, expresó: "Hoy llegan a nosotros sus restos, pero no llegan vencidos; vienen convertidos en héroes, eternamente jóvenes, valientes, fuertes, audaces. Nadie puede quitarnos eso; siempre estarán vivos junto a sus hijos, en el pueblo".
Ese mismo día, en solemne ceremonia, fueron depositados temporalmente en la Sala Granma del Ministerio de Fuerzas Armadas Revolucionarias, hasta que en octubre de ese mismo año el cortejo fúnebre partió hacia la ciudad de Santa Clara, donde el Che libró la batalla decisiva por la libertad de Cuba en 1958.
El 17 de octubre el cortejo fúnebre recibió masivo homenaje popular a lo largo de las calles y carreteras hasta el Complejo Monumentario Ernesto Che Guevara, ubicado en la ciudad de Santa Clara en la plaza que lleva el nombre de Ernesto Che Guevara, debajo de la estatua de bronce con la figura erguida del Guerrillero Heroico realizada por el escultor cubano José Delarra.
Ese día Fidel expresó: “Con emoción profunda vivimos uno de esos instantes que no suelen repetirse. No venimos a despedir al Che y sus heroicos compañeros. Venimos a recibirlos. Veo al Che y a sus hombres como un refuerzo, como un destacamento de combatientes invencibles, que esta vez incluye no sólo cubanos, sino también latinoamericanos que llegan a luchar junto a nosotros y a escribir nuevas páginas de historia y de gloria. Veo además al Che como un gigante moral que crece cada día, cuya imagen, cuya fuerza, cuya influencia se han multiplicado por toda la tierra.”