
Hay diplomáticos que con su verbo encendido en defensa de las causas justas de ganan el respeto y la admiración de los pueblos del mundo y logran desnudar las acciones de los gobiernos que agreden a su país y pretenden someterlo, entre esos sobresale el Canciller de la Dignidad de Cuba, Raúl Roa García.
A 43 años de su muerte en La Habana a los 75 años, el 6 de julio de 1982, el pueblo cubano rinde merecido homenaje a quien insufló a la diplomacia cubana su energía vital durante 17 años, desde el 17 de julio de 1959 hasta el 2 de diciembre de 1976, descollando en todos los foros internacionales con su brillante y potente intelecto y la pasión comprometida para defender la naciente Revolución dirigida por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
Muchas anécdotas podrían contarse sobre el conductor de la diplomacia cubana en esos complejos y convulsos primeros años, en un contexto internacional de guerra fría, amenazas, atentados y los preparativos de la invasión del Playa Girón, con cuya denuncia en Naciones Unidas logró sacudir la opinión pública mundial.
El sobrenombre de Canciller de la Dignidad lo ganó en San José, Costa Rica, a finales de agosto de 1960 durante una reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA) al estar convencido de que las denuncias de Cuba sobre la inminente agresión de la CIA nunca encontrarían eco, resonancia ni acogida
En ese escenario, Roa se paró del escaño, pidió la palabra para una cuestión de orden y anunció la retirada de su delegación: “Me voy con mi pueblo y con mi pueblo se van también los pueblos de nuestra América”, afirmó y abandonó el salón junto a su delegación para ser recibido en el exterior por una multitud que coreaba ¡Cuba sí, yanquis no!
¡Patria o Muerte!, ¡Venceremos! proclamara luego Roa en la sede de la Organización de Naciones Unidas en Nueva York, ante el ataque mercenario por Playa Girón en abril de 1961. “Mi pequeña y heroica Patria está reeditando la clásica pugna entre David y Goliat. Soldado de esa noble causa, en el frente de batalla de las relaciones internacionales, permitidme que yo difunda ese clamor en el severo areópago de las Naciones Unidas”.
“Yo acuso, solemnemente al Gobierno de los Estados Unidos ante la Comisión Política y de Seguridad de las Naciones Unidas y la conciencia pública internacional, de haber desatado contra Cuba una guerra de invasión para apoderarse de sus recursos, tierras, fábricas y transportes y retrotraerla a su oprobiosa condición de satélite del imperialismo norteamericano”, fustigó Roa.
La etapa de Roa como Canciller se desarrolló en una situación internacional de equilibrio de poder dada por la existencia del bloque socialista y, de manera muy particular por el poderío alcanzado por la Unión Soviética, junto al auge alcanzado por los movimientos de liberación nacional que trajo consigo la independencia de muchos países del Tercer Mundo sometidos hasta entonces al yugo colonial
Roa fue artífice de la integración de Cuba al Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) desde su fundación. Cuba formaba ya parte del bloque socialista, su aliado natural, pero su luz larga en materia política aconsejó nuestra incorporación a dicho movimiento, desde donde podíamos denunciar la situación de Cuba y apoyar y defender los problemas del Tercer Mundo con fuerza propia, pues constituía un escenario más donde contrarrestar el agravamiento de las relaciones internacionales y la amenaza del imperialismo de recurrir a la fuerza militar para intentar resolver los conflictos en los países del Tercer Mundo
Su carisma, sencillez, trayectoria de luchador comunista y sus amplios conocimientos como intelectual, profesor, polemista, y político, no le excluían de estar siempre pendiente del chófer que no cobraba por insuficiencias burocráticas, de la trabajadora ingresada en un hospital, de las medicinas que requería alguien o de la nieta de un humilde trabajador.
Su sentido del humor le granjeaba la simpatía de todos y generó una serie de fabulaciones y leyendas. A un embajador foráneo que no cuidaba el protocolo en el vestir, lo recibió en camiseta y le espetó: «La próxima vez que usted venga en mangas de camisa, lo recibiré en calzoncillos».
En su papel de ejecutor de la política exterior de la Revolución Cubana, llevó a todos los confines del mundo la voz de una Cuba independiente, de un país que había dejado de ser sometido a las posiciones de Estados Unidos y del mundo desarrollado, para transformar su anterior actitud plegada a los intereses yanquis en una política de principios inclaudicable ante las amenazas y agresiones.
Raúl Roa García nació en 1907 en los altos de la casa situada en Carlos III número 205, Ciudad de la Habana, en una familia de empleados públicos y en medio de un ambiente políticamente corrompido en el país, contra lo cual luchó desde que era adolescente.
Su padre, Raúl, modesto empleado público, era hijo de Ramón Roa quien fuera teniente coronel del Ejército Libertador, de profunda ideología mambisa, ayudante de Ignacio Agramonte en 1868, y recibió de su madre María Luisa García mucho cariño y ternura infinita.
En 1925 ingresa Roa en la Facultad de Derecho de la Universidad de la Habana, donde conoce a Julio Antonio Mella y fue un gran estudioso de la obra martiana
En 1926 va a prisión por participar activamente en una protesta contra la intervención norteamericana en Nicaragua y en 1927 conoce a Rubén Martínez Villena, quien logra sensibilizarlo aún más con los problemas sociales. Participa como profesor con otros jóvenes antiimperialistas y revolucionarios en la Universidad Popular José Martí y fue miembro de la Liga Antiimperialista.
“Descubrí que era revolucionario el día que me sentí disconforme con el mundo restante y anhelé uno más justo y bello: Julio Antonio Mella contribuyó decisivamente y acaso también el sedimento inconsciente de mi progenie mambí, a la sombra iluminada de mi abuelo, Ramón Roa”, escribió años después.
Honor a Roa, una figura clave en la defensa de la Revolución Cubana.