
Es grande el valor de quien, sobre una rustica silla de madera, en la modesta escuelita rural del caserío montañoso de La Higuera, sin poderse mover por sus heridas, fue capaz de ordenarle a su atribulado asesino: “Usted viene a matarme. ¡Póngase sereno y apunte bien! ¡Usted va a matar a un hombre!”.
Era el Comandante Ernesto Che Guevara, quien sólo pudo ser capturado por estar herido, con un fuerte ataque de asma, su fusil inutilizado por un proyectil y agotadas en combate todas las balas de su pistola, en la Quebrada del Churo, como la conocen los vecinos del lugar, tras ser rodeados por una fuerza militar muy superior por una delación al ejército boliviano.
El cuerpo del Che fue baleado el 9 de octubre de 1967 por un suboficial boliviano, en cumplimiento de órdenes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de Estados Unidos, quien tuvo que emborracharse para cumplir la orden de disparar a mansalva contra un hombre que, aun herido e indefenso, su mirada intimidaba.
Antes de ser asesinado, uno de los hombres de la CIA, Félix Rodríguez, un cubano exiliado, entró en la escuelita al grito de “¿Tú sabes quién soy yo?”. El Che lo miró con asco y le contestó: “Sí, un traidor”, y le escupió la cara.
El cadáver del Che fue trasladado amarrado al patín de un helicóptero desde La Higuera a Vallegrande y el viento le abrió los ojos para siempre y exponen su cuerpo en la lavandería que funcionaba en el hospital de esa pequeña ciudad ya allí un médico toca el cuerpo del guerrillero, nota que aún está caliente y que no tenía la rigidez de un muerto de más de un día, y denuncia ante los periodistas presentes que no murió el 8 como decía el gobierno sino que fue asesinado el 9 de octubre.
Todo esto se expone en el libro El asesinato del Che en Bolivia: Revelaciones de Adys Cupull y Froilán González, tras años de investigación, donde denuncian que la dictadura del general Rene Barrientos ocultó y silenció muchas voces y testigos para instalar la idea de que el Che había muerto en combate y no asesinado.
Luego de la famosa foto en la lavandería al Che lo llevan a la morgue y le cortan las manos a pedido de la CIA para confirmar su identificación antes de ser enterrado en una fosa común ubicada en los alrededores del cementerio de Vallegrande junto a otros 6 guerrilleros, permaneciendo allí en secreto por 30 años.
Mundialmente es conocida la esforzada tarea de un equipo de científicos cubanos, desde 1995, para cumplir el compromiso contraído con el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, de no dejar nunca abandonado un combatiente y traer a Cuba los restos mortales del Che y de su destacamento guerrillero.
En dos años encontraron a una parte de los guerrilleros, pero los restos del Che no aparecían, hasta que el 28 de junio de 1997, revelaciones públicas de un general boliviano retirado desmintió la versión hasta ese momento sostenida por el ejército boliviano de que el cuerpo del Che había muerto el 8 de octubre, que sus restos habían sido cremados y sus cenizas regadas por el Rio Grande, afirmando que estaban en una fosa común bajo la antiguaº pista aérea de Vallegrande.
Luego de 30 años, los investigadores científicos encontraron siete cuerpos enterrados clandestinamente en un extremo de la vieja pista aérea, e identificaron, con el apoyo del equipo argentino de Antropología Forense, el de Ernesto Guevara y seis de sus hombres. En la actualidad, en donde estaba esa fosa común se levanta el "Mausoleo del Che", junto a un interesante museo con fotos, réplicas del diario del Che, su vestimenta, y mucha información histórica.
El 3 de noviembre de 1966, el Comandante Ernesto Che Guevara de la Serna llegó a Bolivia bajo la identidad falsa del empresario Adolfo Mena González, y con pasaporte uruguayo, y el 7 de ese mes comienza su Diario de Bolivia, al instalarse en una zona montañosa y selvática, cerca del río Ñancahuasú, donde la cordillera de los Andes se une con la región del Gran Chaco.
La historia heroica del incipiente Ejército de Liberación Nacional de Bolivia (ELN) es mundialmente conocida, integrado por 47 guerrilleros (16 internacionalistas cubanos, 26 bolivianos, tres peruanos y dos argentinos), de los cuales Tania (Tamara Bunke) era la única mujer. Libró numerosos combates durante los 11 meses en que se extiende la contienda, contra un ejército entrenado y armado por asesores yanquis.
Pretender sintetizar las múltiples facetas de la vida del Che diciendo que fue estratega militar, médico, político con profundo sentido humanista, ideólogo promotor de la formación del hombre nuevo, economista, analista agudo, periodista y fundador de la agencia latinoamericana Prensa Latina, escritor y diplomático, sería como esquematizar su integralidad como revolucionario.
Pero omitirlas sería faltar a la realidad de quien, en su corta vida de 39 años, fue en Cuba comandante guerrillero, llevó la Revolución hasta el centro de la Isla, enfrentando un ejército de más de 20 000 hombres, presidente del Banco Central de Cuba, ministro de Industrias, diplomático en trascendentales misiones ante las Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos (OEA) en Punta del Este, Uruguay, y las que llevaron a la firma de los acuerdos comerciales y militares con la Unión Soviética. Es conocida su enorme estatura como político, estadista, diplomático y nuevamente guerrillero en el Congo y en Bolivia.
Además de su valor e innato talento estratégico como militar, Che era un analista profundo de temas políticos y filosóficos, afincados en su concepción de que, para lograr el desarrollo de un país, lo primero que había que tener era independencia y soberanía plenas, y consolidar entonces su identidad cultural propia.
Pero nunca olvidó el compromiso que le hizo prometer al líder de la Revolución Cubana, desde su unión al grupo en México, de que, una vez triunfada la lucha en la Isla, no le pondría obstáculos para continuar sus empeños por liberar otros países. Pensaba siempre en su natal Argentina, donde su coterráneo periodista Jorge Ricardo Masetti, creó en 1964 un foco guerrillero en Salta, como Comandante Segundo, pues el Comandante Primero sería el Che.
El 17 de octubre de 1997, al depositar en Cuba los restos del Guerrillero Heroico en el Mausoleo que lleva su nombre en Santa Clara, Fidel expresó que: “No venimos a despedir al Che y sus heroicos compañeros. Venimos a recibirlos. Veo al Che y a sus hombres como un refuerzo, como un destacamento de combatientes invencibles, que esta vez incluye no solo cubanos, sino también latinoamericanos que llegan a luchar junto a nosotros y a escribir nuevas páginas de historia y de gloria. Veo, además, al Che como un gigante moral que crece cada día, cuya imagen, cuya fuerza, cuya influencia se han multiplicado por toda la tierra”.