María Antonia González, en cuya casa mexicana se gesto la Revolución

Maria Antonia

Muchos la conocieron por la famosa carta de despedida a Fidel de Ernesto Che Guevara, cuando dijo: "Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia…", pero María Antonia González Rodríguez fue mucho mas que la gran anfitriona en cuya casa se gestó la Revolución Cubana.
Este 3 de abril se cumplen 38 años de la muerte en 1987 de esta revolucionaria cubana que se mantuvo fiel al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz durante toda su vida, desde que salió del Presidio Modelo y su posterior viaje a México, así como a la Revolución que contribuyó a hacer posible.
Tras la amnistía política lograda por la fuerte presión popular, los asaltantes a los cuarteles Moncada en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo, los moncadistas, fueron liberados de la prisión en Isla de Pinos en mayo de 1955. A partir de entonces, los miembros del naciente Movimiento 26 de julio (M-26-7) fueron perseguidos con saña por los órganos represivos de la dictadura y dado el peligro que corrían sus vidas se decidió que viajaran a México, para preparar desde allí la nueva etapa insurreccional en Cuba. 
En su manifiesto de despedida Fidel explicó: “Me marcho de Cuba, porque me han cerrado las puertas para la lucha cívica. Después de seis semanas en la calle, estoy convencido más que nunca de que la Dictadura tiene la intención de permanecer 20 años en el poder disfrazada de distintas formas, gobernando como hasta ahora sobre el terror y sobre el crimen, ignorando que la paciencia del pueblo tiene límites. Como martiano pienso que ha llegado la hora de tomar los derechos y no pedirlos, de arrancarlos en vez de mendigarlos.”
El jueves 7 de julio de 1955 partía Fidel del aeropuerto habanero para México a un viaje del que “no se regresa o se regresa con la tiranía descabezada a los pies”, como había proclamado horas antes. 
Luego de la llegada de Fidel al país azteca, María Antonia, una cubana a la cual la dictadura de Batista le había asesinado a su hermano, acogió en su casa al grupo de revolucionarios que se reunieron allí para prepararse y liberar a Cuba de la tiranía de Fulgencio Batista, convirtiéndose en la gran anfitriona de la emigración revolucionaria en ese país.
Por aquellos días, ya María Antonia se había acogido a la condición de emigrante familiar al formalizar su relación con el luchador Dick Medrano y fijar su residencia en ese país, para lo cual el matrimonio alquiló un apartamento en Emparán 49 entre Edison y Juárez, en la colonia Tabacalera, muy cerca del Monumento a la Revolución mexicana, el que pronto entraría en la historia de Cuba.
Ñico López y Calixto García, exiliados antes de la llegada de Fidel, se vieron solos y sin dinero en la capital mexicana y durante varios días no probaron bocado alguno, hasta que Isidoro, el hermano de María Antonia, los encontró en muy mal estado y con el dinero que ganaba diariamente en el Frontón México les pagó un café con leche. Por medio de él conocieron a su hermana y desde entonces ya más nunca padecieron hambre.
“En México los «muchachos», como María Antonia González llamaba a los moncadistas exiliados en ese país, comenzaron a ir todos los días a almorzar a su casa y siempre le llevaban otro revolucionario que «también estaba pasando trabajo». Cuando Fidel llegó a la capital mexicana se convirtió en visita continua de Emparán 49 como ya lo era Raúl Castro, quien había precedido a su hermano en la marcha al exilio.”, precisa una fuente oficial.
“Ya Raúl estaba en el Distrito Federal y allí en Emparán le presentó al Che (a Fidel) en la casa de María Antonia, la cual se convertiría en punto consuetudinario de reunión. En ese encuentro inicial conversaron durante 10 horas ininterrumpidas, y de allí el doctor Ernesto Guevara dejó la bata blanca y salió hartamente convencido de que su futuro estaba en Cuba”, agregaron historiadores.
El pequeño apartamento de María Antonia González siguió siendo el obligado refugio de los revolucionarios convocados por Fidel a incorporarse a la expedición. Juan Almeida llegó a ese apartamento en febrero de 1956 y se sorprendió ante el desorden en ella, con catres y camas plegables por doquier como si allí hubieran dormido varias personas. Allí almorzaron y luego Calixto García los llevó a otro apartamento a la vuelta de la esquina donde quedarse.
“En junio de ese año María Antonia Figueroa (1918-2017, pedagoga y colaboradora con el movimiento revolucionario) se trasladó a México a petición de Fidel para llevarle dinero recaudado para la expedición. Visitó Emparán 49 y tal vez ese día se conocieron las dos María Antonia”, precisa la misma fuente.
En esos días Fidel y una gran parte de sus compañeros fueron detenidos por las autoridades mexicanas. María Antonia corrió la misma suerte y también la internaron en la prisión de Miguel Schultz. La masiva movilización del pueblo mexicano, encabezada por personalidades como Lázaro Cárdenas, neutralizó la conjura y los revolucionarios cubanos, junto a María Antonia, fueron liberados.
“Ya Emparán 49 estaba «quemado» y María Antonia se mudó a Castelar 213, donde también residieron Raúl Castro, Ciro Redondo y Ramiro Valdés. Ella continuó colaborando con los revolucionarios y cuando se supo detectada por agentes corruptos del Servicio Secreto mexicanos vendidos a Batista, cambió de domicilio y se estableció en Coyoacán 123 esquina a Bajío. Su última ubicación, antes de la partida del Granma, sería el motel Chu­la­vista, en Cuernavaca” precisan historiadores. Allí, Fidel se despediría para partir hacia costas cubanas.
Las reuniones en casa de María Antonia fueron innumerables, y en ellas participaba un mexicano armero, Antonio del Conde, conocido casualmente por Fidel quien le puso el sobrenombre de El Cuate y que fue imprescindible para la expedición pues buscó el yate Granma, consiguió todo el armamento, y hasta después del desembarco recopilaba armas para enviarlas a la Sierra Maestra.
Esa gran mujer, sin cuyo apoyo no podría escribirse la gestación de la Revolución Cubana en Mexico, murió el 3 de abril de 1987. Digno homenaje a su memoria.

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