
Cuando el Lugarteniente General del Ejército Libertador Antonio Maceo y Grajales confirmó personalmente el 30 de abril de 1896 que una columna española se dirigía hacia el campamento mambí en Cacarajícara, en Pinar del Río, dio inmediatamente la orden de prepararse para la batalla.
La superioridad de las tropas españolas al mando del general Julián Suárez Inclán no amedrentó a los 170 mambises mal armados y escasos de parque al mando de Maceo, quienes escribieron hace 129 años una de las páginas más gloriosas de la historia militar de Cuba en sus luchas por la liberación nacional.
Cuando la situación cubana era desesperada al agotarse el parque, Antonio Maceo y sus oficiales echaron mano a sus revólveres gritando ¡Al machete!, para atemorizar al enemigo. En ese momento llegó un refuerzo al mando del coronel Juan Ducasse, con 45 hombres pertrechados con lo que pudieron salvar de la expedición de la goleta "Competidor", enviada por los emigrados cubanos en Cayo Hueso para apoyar a Maceo, y sorprendida en su desembarco por una lancha cañonera española contra la cual combatieron.
Los primeros y únicos 10 mil tiros recibidos en toda la campaña le llegaron a Maceo en pleno combate en Cacarajícara. Ahora el enemigo, en su arremetida, tuvo que enfrentarse al fuego sincronizado y cruzado por dos flancos que frustró su tentativa de romper las posiciones cubanas, las que emprendieron la ofensiva hasta la noche y madrugada mientras la maltrecha columna española se retiraba, en marcha forzada, hacia Bahía Honda perseguida por los mambises hasta las puertas de esa población.
El general español Suárez Inclán pudo escapar a duras penas, dejando más de 200 muertos y heridos, contra cinco muertos y 13 heridos mambises. Ante la aplastante victoria en Cacarajícara, el Titán de Bronce exclamó: ¡Qué cáscara de jícara! y la satisfacción del caudillo contagió a su tropa, que estalló en vítores entusiastas.
El 22 de enero de 1896, justo tres meses después de haber salido de los históricos Mangos de Baraguá, la columna invasora mambisa llegaba hasta el extremo más occidental de Pinar del Río. La guerra ya estaba en toda la Isla.
En marzo de ese propio año se reunieron Máximo Gómez y Antonio Maceo en la provincia de La Habana para trazar una estrategia de lucha encaminada a mantener en pie de guerra al occidente. En esa cita acordaron que Gómez regresaría hacia Las Villas, en tanto Maceo permanecería en Occidente, y ambos intensificaron la Guerra Necesaria en todo el país con numerosos combates, en la mayoría de los cuales los cubanos debieron enfrentar fuerzas españolas muy superiores en hombres y recursos.
Con el regreso del Lugarteniente del Ejército Libertador a la región pinareña, el alto mando español estaba obligado a efectuar acciones para intentar el rápido aplastamiento de las fuerzas mambisas, para lo cual no escatimarían recursos ni hombres, e incluso la alta oficialidad y hasta el propio Valeriano Weyler.
Rebasó el marco nacional la repercusión de ese enfrentamiento, creando malestar en la administración colonial, que cuestionó la aseveración weyleriana de que Cacarajícara fue un triunfo hispano, cuando ni siquiera alcanzó España su propósito más inmediato que era desalojar a Antonio Maceo de la región.