
La Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, que tan importante papel ha desempeñado en el rescate y preservación de la capital y de su memoria histórica, se constituyó oficialmente el 11 de junio de 1939, fundada por Emilio Roig de Leuchsenring y desarrollada luego por Eusebio Leal Spengler.
El primero de julio de 1925 se intitula por la alcaldía municipal al Dr. Roig como Historiador de la Ciudad, profesional que venía desempeñando una encomiable labor en pos del rescate y salvaguarda del patrimonio cubano y, en especial, del habanero, pero pasarían aún varios años hasta que el 11 de junio de 1939 se creara la Oficina.
La Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana surge como institución pública y organismo autónomo municipal, que sistematizaría la encomiable labor académica del Dr. Roig, así como la dedicada a "fomentar la cultura habanera e impulsar y ayudar el aumento de la nacional y americana dando a su actuación carácter y proyección eminentemente populares".
De ella nacieron los pilares para la protección del patrimonio: la Comisión de Monumentos, Edificios y Lugares Históricos y Artísticos Habaneros –antecesora de la actual Comisión Nacional de Monumentos–; el proyecto de Ley de los Monumentos Históricos, Arquitectónicos y Arqueológicos (que data de 1939 y es antesala de las Leyes Uno y Dos del Patrimonio Cultural y de los Monumentos Nacionales y Locales respectivamente, aprobadas en 1977) y también el trabajo conjunto con la Junta Nacional de Etnología y Arqueología.
En su primera etapa la Oficina intervino en la regulación de los nombres de las calles de La Habana, el reconocimiento de sitios de interés y valor históricos, el rescate de la casa natal de José Martí como Museo, así como en la recuperación de tradiciones como los carnavales y las comparsas, temas que aparecen abordados en más de una crónica de los ilustres columnistas de la prensa habanera del siglo XIX, y retomados por Emilio Roig como una necesidad de conservar nuestro folklore.
En su Colección de Documentos para la Historia de Cuba, Roig incluyó las Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana en tres tomos de 300 páginas que contienen la transcripción íntegra de los Libros del Cabildo, precedidos de un estudio histórico y con reproducciones fotográficas de documentos, grabados y retratos de la época.
Al triunfo de la Revolución, en 1959, la Oficina del Historiador fue reconocida por sus máximos líderes y desde entonces sería apoyada oficialmente en su misión de salvaguarda del patrimonio nacional, histórico y artístico.
El 8 de agosto de 1964 falleció en su casa de la calle Tejadillo 54 el Doctor Emilio Roig de Leuchsenring, pero la fecunda obra del fundador de la Oficina del Historiador nunca caerá en el olvido.
Para la institución vendrían años difíciles, por el vacío creado con la desaparición física de su principal impulsor. En una labor callada y anónima, sus trabajadores continuarían la búsqueda de la documentación histórico-técnica, perdida a lo largo de los años.
La restauración del Palacio de los Capitanes Generales como sede del Museo de La Ciudad culminaría un viejo anhelo del Dr. Roig, y allí se reuniría todo lo relativo a la historia de La Habana y de la Nación. Ese fue uno de los principales trabajos acometidos durante el período que se iniciaba. Los trabajos comenzaron el 11 de diciembre de 1967, pocas horas después de trasladar las oficinas de la Administración Metropolitana de La Habana a otra sede, entidad que había heredado las competencias y atribuciones del municipio habanero.
Desde el año 1967, y durante toda la década del setenta, período en el que emergería el liderazgo del joven Eusebio Leal Spengler. Ya como Doctor en Ciencias Históricas y Maestro en ciencias Arqueológicas, a Leal se le encargaría en 1981 continuar la obra de Roig como Historiador de la Ciudad y conducir las obras de restauración del Centro Histórico de la Ciudad, declarado Monumento Nacional en 1978 por la Comisión Nacional.
La labor promocional de la Oficina del Historiador acerca de la ciudad, su historia y sus más relevantes monumentos, así como el reconocimiento como Monumento Nacional, condiciona que, en 1981, el Estado asigne un presupuesto para dedicarlo exclusivamente a la rehabilitación y restauración del Centro Histórico. Se impone entonces un crecimiento institucional y la organización de estos recursos a manera de planes quinquenales.
Los Planes de Restauración siguieron una estrategia de concentración de las acciones en dos de las plazas principales: Plaza de Armas y Plaza de la Catedral, así como el inicio de los ejes Oficios, Mercaderes, Tacón y Obispo. También fueron restaurados grandes monumentos que, si bien no se encontraban emplazados en estas zonas priorizadas, constituían piezas de incalculable valor, como el Convento de Santa Clara y las fortificaciones de los Tres Reyes del Morro y de San Carlos de la Cabaña. En diez años fueron rehabilitados más de sesenta edificaciones que, en su conjunto, mostraron la potencialidad de los monumentos recuperados.
La obra realizada y la voluntad política al más alto nivel a favor de la salvaguarda del valor patrimonial concentrado en el Centro Histórico de la ciudad de La Habana, determinaron que en 1982 la UNESCO lo declarara Patrimonio Cultural de la Humanidad, ocupando el número 27 en la lista de Patrimonio Mundial. En este mismo año, como proyecto PNUD-UNESCO, nacía el Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología. En 1985, esta institución, de manera conjunta con la Dirección Provincial de Planificación Física y Arquitectura, elaboraba los Lineamientos Generales para la Recuperación del Centro Histórico. Más tarde, en 1991, la Dirección de Arquitectura y Urbanismo del municipio La Habana Vieja elaboraba el Plan Director municipal.
En 1990, en el país comenzaría a sentirse el impacto de la caída del bloque socialista, con el consiguiente agravamiento de la situación económica interna, lo cual provocaría una encrucijada: por una parte el Estado cubano, que hasta el momento había subvencionado centralizadamente la recuperación del Centro Histórico, no se encontraba en condiciones de continuar financiándola ante el agravamiento de otros sectores aún más sensibles; por otra, el propio Estado era consciente de la responsabilidad que significaba salvar un patrimonio que no sólo pertenecía a los cubanos, sino a la humanidad.
En la nueva coyuntura internacional, las medidas adoptadas por el Estado Cubano para paliar la crisis económica estimularían el crecimiento de la actividad turística en el país -fundamentalmente en La Habana– y la apertura al capital foráneo.
Los compromisos adquiridos con la sociedad y la voluntad de continuar con la obra rehabilitadora, hicieron que se tomara entonces una decisión de vital importancia para el Centro Histórico: dotar a la Oficina del Historiador de un respaldo legal que le permitiera llevar adelante un desarrollo autofinanciado y sostenible. Así nacía el Decreto-Ley 143, de octubre de 1993, aprobado por el Consejo de Estado de la República de Cuba, el cual consideraba al territorio, a partir de ese momento, Zona priorizada para la conservación. La Oficina deja de ser una institución supeditada al gobierno provincial para subordinarse al Consejo de Estado, lo cual implicaba una agilización en la toma de decisiones. También se le reconocía personalidad jurídica que le permitiría asociarse y establecer relaciones de diverso tipo con nacionales y extranjeros, y cobrar impuestos a las empresas productivas enclavadas en el territorio para destinarlos a la rehabilitación. Se creó la compañía turística Habaguanex, para explotar y desarrollar el fondo hotelero y extrahotelero del Centro Histórico.
A partir de 1980, desde la Oficina del Historiador, comienza a estimular la creación de una conciencia popular respecto a los valores culturales contenidos en la ciudad y en su Centro Histórico. Periódica y sistemáticamente aparecen artículos en los diarios y revistas de mayor número de lectores; se inician también los ciclos de conferencias en el Museo de la Ciudad, con recorridos por lugares de interés y ante la gran afluencia de público se trasladarían luego al Anfiteatro de la Avenida del Puerto. Esta iniciativa generó luego el programa televisivo semanal Andar La Habana con el historiador Eusebio Leal.
La restauración del Capitolio Nacional, a cargo de la Oficina del Historiador de La Habana, con la colaboración de la empresa MD Projektmanagement GmbH, mereció el Premio Bernhard Remmers Preis 2016, otorgado por la Academia alemana del mismo nombre, un importante galardón a nivel internacional.
La importante labor de esta oficina al mando de Leal, fallecido el 31 de julio de 2020, es reconocida por todo el pueblo cubano, pues su labor rescató el deteriorado patrimonio histórico del país.