En Montecristi se trazó hace 130 años el camino de la independencia de Cuba

Manifiesto de Montecristi

Montecristi es una pequeña ciudad del litoral noroeste de República Dominicana, y su mayor destaque histórico es que fue allí el 25 de marzo de 1895, hace hoy 130 años, el encuentro de José Martí con Máximo Gómez donde ambos firmaron el documento programático de la guerra de independencia de Cuba.
El 29 de enero de aquel año, Mayía Rodríguez, Enrique Collazo y José Martí, firmaron la Orden de Alzamiento, y tan pronto fue enviada a la Isla, el Maestro viajó a República Dominicana para reunirse con Gómez y preparar su regreso a la Mayor de las Antillas, donde ya se decía que ambos habían desembarcado.
Difícil es imaginar el duro viaje de 239 kilómetros que realizó Martí hace 126 años desde Santo Domingo a Montecristi para encontrarse con Gómez, en la humilde casa de madera con techo a dos aguas donde vivía con su familia, luego que divisiones internas y la ambición de algunos hicieron fracasar en 1978 la Guerra de los Diez Años en la Isla Grande caribeña.
Hasta Montecristi llegó Martí el 7 de febrero para buscar al hombre capaz de unificar bajo su mando a todas las fuerzas mambisas en la nueva guerra, al dominicano que lo dio todo por la independencia de Cuba sin pedir nunca nada a cambio. Allí les llegó la confirmación de que el 24 de febrero se había encendido otra vez la llama de la revolución en Cuba. 
El Manifiesto del Partido Revolucionario Cubano, firmado por los dos principales organizadores de la nueva guerra contra España, es la plataforma programática de la Revolución del 95. Constituye una muestra de unidad y solidez, de la comunidad de criterios y estrechos lazos de las dos generaciones que participaron en la Guerra Necesaria, y evidencia la profunda amistad que hermanaba a Gómez y a Martí.
Conocido como el Manifiesto de Montecristi, el documento precisa que “la guerra de independencia de Cuba, nudo de haz de islas donde se ha de cruzar, en plazo de pocos años, el comercio de los continentes, es suceso de gran alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato justo de las naciones americanas, y al equilibrio aún vacilante del mundo."
Destaca la necesidad de “una guerra generosa y breve" y que la contienda “no era contra el español, sino contra el régimen colonial”, alertaba sobre el "insensato y jamás en Cuba justificado temor a la raza negra", en rechazo a campañas racistas de los enemigos de la revolución dentro y fuera de la Isla.
También aboga por una profunda transformación de la realidad socioeconómica insular, una vez terminado el enfrentamiento armado; y rechaza toda consideración geopolítica acerca de un futuro para Cuba relacionado excesivamente o integrado en los marcos de otra nación, como advirtió antes Martí en varios textos para evitar el predominio en nuestra América, y particularmente en el concierto caribeño, de los Estados Unidos.
“Los cubanos empezamos la guerra, y los cubanos y los españoles la terminaremos. No nos maltraten, y no se les maltratará. Respeten, y se les respetará. Al acero responda el acero, y la amistad a la amistad”, advierte.
“Honra y conmueve pensar que cuando cae en tierra de Cuba un guerrero de la independencia, abandonado tal vez por los pueblos incautos o indiferentes a quienes se inmola, cae por el bien mayor del hombre, la confirmación de la república moral en América, y la creación de un archipiélago libre donde las naciones respetuosas derramen las riquezas que a su paso han de caer sobre el crucero del mundo”, destaca el programa de la Guerra Necesaria.

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