El Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, a 205 años de su natalicio

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El Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, nació un 18 de abril hace 205 años y murió en combate al enfrentarse solo contra un destacamento español, que llegó por una delación a la recóndita finca San Lorenzo, en la Sierra Maestra, adonde fue confinado sin escolta por la conjura de falsos patriotas.
El líder iniciador de las guerras de independencia contra España, pionero en la abolición de la esclavitud y en alertar sobre las aviesas intenciones de Estados Unidos con la Isla, fue el primer presidente de la República de Cuba en Armas desde el 12 de abril de 1869. Como Mayor General creó el ejército para liberar al país y forjó la doctrina las tradiciones guerreras del pueblo hasta su muerte el 27 de febrero de 1874.
Carlos Manuel Perfecto del Carmen de Céspedes y López del Castillo nació en Bayamo el 18 de abril de 1819, hijo del también oriental Jesús María Céspedes y Luque, y de Francisca de Borja López del Castillo y Ramírez de Aguilar, nacida en Puerto Príncipe (actual Camagüey). Al ser su familia una de las más ricas de Bayamo, dueños de varias haciendas, ingenios y fincas urbanas, le proporcionaron una educación esmerada y la posibilidad de graduarse de bachiller en Derecho Civil en la Real y Pontificia Universidad de La Habana en 1838.
De regreso a Bayamo ya como abogado contrae matrimonio con su doble prima hermana María del Carmen de Céspedes y del Castillo, el día de su 20 cumpleaños. En enero de 1840 nace su primer hijo, que en su honor llaman Carlos Manuel, unión de la que también nacen María del Carmen y Oscar. Luego viaja a España para cursar estudios en la Real y Literaria Universidad de Cervera, donde obtiene el título de Abogado del Reino. Tras completar sus estudios, recorrió Francia, Reino Unido, Suiza, además de Turquía y algunas regiones del imperio de los zares rusos, Grecia, Alemania e Italia antes de regresar a Cuba en 1844.  Dominaba y se expresaba correctamente en varios idiomas, como el inglés, francés e italiano y conocía y manejaba desde pequeño el latín y el griego. En estos viajes se relacionó con la más alta aristocracia, pero tomó conciencia de los grandes contrastes sociales y regresó a Cuba con nuevas ideas.
En 1852 participó en la rebelión de Las Pozas e ingresó a la cárcel como implicado en un alzamiento armado contra España. En otras dos ocasiones volvió a estar en prisión durante el primer (1850-1852) y segundo período (1854-1859) del entonces Capitán General de Cuba, el criollo José Gutiérrez de la Concha. En ese período ingresó en una logia masónica de su ciudad natal, centro conspirativo contra España, valiéndole esa decisión el destierro del cual regresa más tarde. 
A partir de 1856 se instala definitivamente en Manzanillo donde destaca como abogado, hombre de negocios, líder político, poeta, periodista, ajedrecista, deportista, actor y director teatral, crítico, traductor y narrador, Céspedes fue la figura cimera de su generación, que aportó acción y ética al independentismo, la más progresista entre las corrientes del pensamiento cubano en el siglo XIX. 
En septiembre de 1867 comenzó a conspirar en esa ciudad, junto a Francisco Vicente Aguilera y Perucho Figueredo. Más tarde fundó y presidió la Junta Revolucionaria de Manzanillo. Adquiere el ingenio azucarero La Demajagua y en enero del año siguiente muere su esposa víctima de tuberculosis pulmonar.
Posteriormente estableció una relación amorosa con Candelaria Acosta Fontaigne, joven mulata hija de su mayoral en La Demajagua. Candelaria, a quien él llamaba Cambula, se hizo célebre por haber confeccionado la bandera enarbolada el mismo día de la insurrección. De esta unión nacieron dos hijos reconocidos por Carlos Manuel, Carmita y más tarde Carlos Manuel.
La Guerra de los Diez Años inicia al levantarse en armas Céspedes contra el gobierno español el 10 de octubre de 1868, quien dio la libertad a sus esclavos en el ingenio La Demajagua y marchó al combate con el grito de ¡Viva Cuba Libre!. Dirige personalmente las tropas mambisas el 11 de octubre en el combate de Yara, primer combate y primera derrota de lo que sería el futuro Ejército Libertador y donde pronunció una frase célebre al conocer que sólo le quedaban doce hombres: “Doce hombres bastan para alcanzar la independencia de Cuba”.
Participa y dirige luego junto a otros patriotas la toma de Bayamo, el 20 de octubre de ese mismo año y aparece junto a Pedro Figueredo en el acto donde por primera vez se entona el Himno Nacional de Cuba.
Volvió a casarse, esta vez con Ana de Quesada y Loynaz, hija del General Mambí, Manuel de Quesada, quien tuvo que abandonar el país y viajar a Estados Unidos, por lo que solo se comunicaban a través de cartas. De este matrimonio nacieron dos hijos, Carlos Manuel y Gloria Dolores.
Un hecho de gran relevancia fue cuando en marzo de 1870 capturan al hijo menor de su primer matrimonio, Amado Oscar de Céspedes y Céspedes. El Capitán General español de entonces, Caballero de Rodas, le envía una carta a Céspedes para ofrecerle la vida de su hijo a cambio de que deponga las armas a lo cual respondió: “Oscar no es mi único hijo, lo son todos los cubanos que mueren por las libertades patrias”. Por esto fue proclamado Padre de la Patria.
Representante a la Asamblea de Guáimaro por la antigua provincia de Oriente, defendió, en contra del criterio de Ignacio Agramonte y otros, la necesidad de un gobierno dirigido por los militares sin el peso de civiles que impidieran el desarrollo rápido de acciones militares. Por su labor en esta asamblea en torno a la búsqueda de la unidad, fue nombrado Presidente de la República en Armas. 
Se le dificultó ejercer un verdadero mando como poder ejecutivo, debido a los arraigos caudillistas y regionalistas de una parte de los jefes. Su mandato se extendió desde 1869 hasta el 27 de octubre de 1873 en que la Cámara de Representantes lo destituye en el poblado de Bijagual de Jiguaní, “en presencia de un fuerte contingente de tropas mambisas y de altos mandos militares de la Revolución”, según escribió el historiador Eusebio Leal.
Su principal legado a la posteridad fue su amor infinito a la Patria, su llamado a la unidad, valentía a toda prueba y la fe inquebrantable en la capacidad de los cubanos y sus restos reciben el homenaje del pueblo en Santiago de Cuba.

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