
Cuando sumaban decenas de miles los afectados por el huracán Flora en el oriente de Cuba, el Gobierno de los Estados Unidos un 20 de enero de 1964 prohibió a los emigrados cubanos enviar ayuda a la Isla ante la segunda mayor catástrofe de su historia. Han pasado ya más de 60 años, pero el odio anticubano de los ocupantes de la Casa Blanca sigue igual y multiplicado.
El huracán Flora llegó con fuertes vientos y torrenciales lluvias a la costa sur de Guantánamo el 3 de octubre de 1963, mantuvo una trayectoria errática en forma de lazos sobre el territorio oriental de Cuba y ocasionó una verdadera catástrofe natural y humanitaria. El territorio de la actual provincia Granma fue uno de los más afectados y reportó en 93 horas 1 840 milímetros de agua, causando enormes inundaciones, riadas, la muerte de 1 128 personas, la destrucción total de 11 103 viviendas, averías serias a otras 21 486, destrucción de cuatro mil caballerías de arroz y serias afectaciones a extensas áreas cañeras, cafetaleras, servicios de electricidad, telefonía, y destrucción de carreteras y caminos.
El jefe de la Revolución, Comandante Fidel Castro, se trasladó a Oriente para dirigir directamente las operaciones de auxilio y estuvo a punto de perder su vida cuando sufrió un accidente el vehículo anfibio sobre el que viajaba salvando campesinos. Al estar sobrecargado de gente rescatada, la agilidad y audacia de un campesino lo salvó al meter al agua un camión Zil y con la ayuda de sogas impedir que las aguas embravecidas arrastraran al anfibio.
La mayor preocupación de Fidel era el río Cauto, cuyas aguas se extendieron fuera de su cauce unos 20 kilómetros arrasando cuanto obstáculo se le interpusiera, viviendas, árboles, reses, troncos, seres humanos, en una avalancha que destruía todo al paso de ese “Amazonas embravecido”.
El huracán Flora hizo un lazo sobre las actuales provincias de Las Tunas, Granma, Holguín y Camagüey. Las torrenciales lluvias asociadas a él causaron inundaciones nunca antes vistas y provocaron la muerte de aproximadamente dos mil personas en total y graves daños materiales en las cuatro provincias.
Llovió intensamente durante 110 horas consecutivas, cayó un promedio de dos mil milímetros, aunque Santiago de Cuba por esos días recibió 2 500. Los ríos se desbordaron, de la Sierra bajó un mar de lodo y los valles devinieron océanos. Aparecieron personas enganchadas en los árboles, en los palos de las cercas, dondequiera aparecía gente muerta. Rápidamente se formaron los equipos de rescate, con Fidel a la cabeza, quien personalmente dirigió esas labores durante 46 horas consecutivas.
Mientras por todas partes se brinda ayuda, Fidel piensa ya en la reconstrucción y en cómo evitar catástrofes futuras que cobrarían miles de vidas. Manda a buscar al presidente del Instituto de Recursos Hidráulicos, el comandante de la Sierra y del Llano, Faustino Pérez, junto con un equipo de expertos, para comenzar a concebir el proyecto hidráulico iniciado por la Revolución.
El salvamento y los primeros pasos de la recuperación contaron con la ayuda fundamental del Ejército Rebelde, cuyo Cuerpo de Ingenieros se enfrascó de inmediato en la construcción de puentes, que al igual que las carreteras, el ciclón había destruido en Oriente y en parte de Camagüey.
Una de las primeras medidas de la reconstrucción fue reparar una injusticia: los haitianos, jamaiquinos y sus descendientes, que vivían en barracas en esas zonas cañeras y quedaron totalmente desamparados, cobrarían por primera vez en su vida un seguro social.
Esos días se libraba una batalla diplomática en Naciones Unidas contra los sistemáticos planes norteamericanos contra Cuba, que entonces sólo tenía relaciones en el continente con México y Canadá. Mientras, los corresponsales daban la noticia de un ataque pirata de la CIA por Cayo Güin, en Baracoa, y reportaban crecientes actos de sabotaje y terrorismo con víctimas inocentes.
En ese mismo mes de octubre el comandante Camilo Cienfuegos aborta una sedición militar en Camagüey orquestada por el jefe de esa plaza, el comandante Hubert Matos, en abierto contubernio con latifundistas y otros elementos contrarrevolucionarios de la localidad.
Mientras en Washington, el 20 de enero de 1964, el gobierno de Estados Unidos prohibía a los cubanos residentes en ese país el envío de remesas y de todo tipo de ayuda humanitaria a la Isla. La historia, por repetida en más de seis décadas, ya es de sobra conocida por todos.