El genial ajedrecista cubano José Raúl Capablanca cumpliría 136 años

José Raúl Capablanca

El genial ajedrecista cubano José Raúl Capablanca y Graupera marcó un hito en su época y es admirado en todas, pues su nombre está entre las glorias del llamado juego ciencia del cual fue campeón mundial de 1921 a 1927 y por su aura de invencibilidad se le llamó "la máquina del ajedrez”.
Nacido el 19 de noviembre de 1888 en La Habana, cumpliría estos días 136 años. Aprendió a jugar al ajedrez a la edad de cuatro años, observando la técnica de su padre, y en 1902, con sólo 14 años, participó en el primer campeonato nacional cubano de ajedrez, clasificándose en cuarta posición.  
A partir de entonces tomó parte en diversas competiciones que le llevaron a recorrer Europa y Estados Unidos. Entre 1912 y 1915 publicó una revista de ajedrez en La Habana. Durante la Primera Guerra Mundial permaneció en Nueva York, donde ganó varios torneos de ajedrez entre 1915 y 1918.
Ganó el campeonato mundial de ajedrez en 1921, tras derrotar en La Habana a Emanuel Lasker quien llevaba 27 años como monarca. Capablanca es el único ajedrecista que ha ganado el título mundial en calidad de invicto.
Ese mismo año publicó su obra Fundamentos del ajedrez y contrajo matrimonio en la capital cubana. Capablanca continuó compitiendo y ganó, entre otros torneos, el New York International en 1927. Ese año perdió su título mundial en Buenos Aires frente al ruso Alexander Alekhine, quien nunca le quiso dar la revancha para intentar reconquistarlo.
Por su genio precoz, fue apodado "el Mozart del ajedrez", en su intensa vida ejerció como embajador de Cuba, participó como actor en la película Chess Fever (1925) y se casó en segundas nupcias con una princesa rusa. Falleció en Nueva York el 8 de marzo de 1942, a los 53 años, por un ataque cardíaco en el Club de Ajedrez de Manhattan y sus restos descansan en La Habana.
Según el propio Capablanca el origen del ajedrez no se conoce. “Se sabe únicamente que, tres mil años antes de Jesucristo, ya se jugaba en el mundo. Y, sin embargo, a pesar de la universalidad del ajedrez, nos encontramos que pueblos como la India y China tienen un ajedrez diferente. En la India, por ejemplo, los peones no adelantan más de una casilla, y en China hay más piezas. En la India no se hace el “enroque” como conocemos, y en China hay jugadas diferentes”, explicó el famoso cubano en una entrevista en 1932.
Su mayor sesión de partidas simultáneas, según reveló en esa entrevista al diario español ABC, fue en febrero de 1922, en Cleveland. “Jugué yo solo contra 103 jugadores. Gané 102 partidas, y una quedó en tablas. Pero aquello fue una casualidad. Estaba allí representado todo Ohio, y había jugadores de todas clases, fue muy interesante”.
El campeón contó entonces al periodista que “tenía cuatro años cuando ya sabía jugar al ajedrez. Después jugaba, aunque mi familia no me dejaba jugar”. Agregó que “viajó a los Estados Unidos, para aprender, en la Universidad de Columbia, la carrera de ingeniero mecánico y luego químico y, por disgustos que tuve, familiares, el año 1908, yo, que había jugado aquí varias veces y observé que siempre ganaba, me dediqué de lleno al ajedrez, y pronto gané al campeón americano” (donde obtuvo contundente victoria sobre el campeón de ese país, Frank J. Marshall, con score de 8 por 1, con 14 tablas). “Entre los años 1908 y 1918 es cuando yo intensifiqué más mi juego”, acotó. 
No abundaban los torneos internacionales entonces y su debut en ellos ocurrió en 1911, en la ciudad española de San Sebastián, donde se alzó con el primer lugar en solitario. Se mantuvo ocho años invicto, entre 1916 y 1924.
Sobre si es difícil el ajedrez, Capablanca respondió: “Muy difícil, pero no es tan complicado como la gente cree. Claro que hay que aprenderlo con un maestro y estudiarlo con libros, pero llega un momento en que, terminada la técnica, queda solamente la parte personal de cada uno: la iniciativa, el golpe de vista, la concentración, la rapidez, el dominio del juego”.
Y recomendó finalmente que “debería enseñarse en las escuelas, para que el niño se acostumbre a pensar y a organizar sus pensamientos. Es un ejercicio mental de una gran consecuencia. Todos deberían saber jugar al ajedrez, para acostumbrar el raciocinio a reflexionar y a controlarse”.

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