El antiimperialista Mayor General Calixto García, a 125 años de su muerte

Calixto García

El Lugarteniente General del Ejército Libertador Calixto García Íñiguez murió de pulmonía por el crudo invierno en Washington a los 59 años, cuando cumplía la misión de procurar el reconocimiento a la Asamblea de Representantes de la Revolución Cubana y un licenciamiento digno a los mambises. 
Recién concluida la intervención norteamericana en la Isla y lejos de la Patria a la que dedicó su vida, el General de las Tres Guerras por la independencia cubana murió el 11 de diciembre de 1898. Fue sepultado allí y más tarde sus restos llevados a La Habana a bordo de un buque de guerra del ocupante invasor estadounidense, adonde llegó dos meses después, el 11 de febrero de 1899, hace 125 años, y sepultado sin recibir el homenaje nacional que su vida y obra merecían.
Finalmente, en 1980 sus restos fueron trasladados a la oriental ciudad de Holguín, donde nació el 4 de agosto de 1839, y depositados solemnemente en un Mausoleo en la Plaza de la Revolución que hoy lleva su nombre, como sitio de homenaje perenne al jefe mambí conocido en las guerras libertadoras como El León Holguinero.
“Calixto García no necesita encomio: lleva su historia en su frente herida. El que sabe desdeñar la vida, sabrá siempre honrarla”, así expresó nuestro Héroe Nacional José Martí al referirse al prócer holguinero.  La cita se refiere a que cuando fue cercado por los españoles el 6 de septiembre de 1874 prefirió morir antes de caer en manos de los españoles y se disparó un tiro en la boca. Su frente quedó marcada para siempre por la salida del proyectil.
Sin poder lograr su objetivo, pues sobrevivió y aunque gravemente herido el Mayor General fue apresado por las tropas españolas y trasladado como prisionero político a España, donde está cuatro años desterrado hasta 1878. 
Fue puesto en libertad el 29 de mayo de 1878, a causa del Pacto del Zanjón al cual se opuso enérgicamente pues dicho manuscrito no contemplaba los dos principales objetivos por los que se había derramado tanta sangre cubana: la independencia de la Isla y la abolición de la esclavitud.
Es considerado uno de los principales estrategas de las guerras de independencia, junto con Máximo Gómez y Antonio Maceo. Prestó especial atención a la preparación de las tropas, al trabajo cohesionado del Estado Mayor, a la planificación detallada de las campañas, acciones combativas con el empleo de mapas y croquis y su dirección desde los puestos de mando.
Fue el jefe que más empleó la artillería, para la cual se requería dominar los conceptos técnicos y balísticos los cuales adquirió de manera autodidacta. Desarrolló el arte de sitiar y tomar ciudades y poblaciones, además de atacar a grandes columnas enemigas. En su vida demostró un gran civismo y un concepto supremo de la dignidad cubana respecto a Estados Unidos, antes, durante y después de la llamada Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana
Luego de la caída en combate de Antonio Maceo fue nombrado Lugarteniente General del Ejército Libertador, manteniendo el cargo de jefe del Departamento Oriental, y en esa época combatió valientemente en Cambute, Jiguaní, Las Tunas, Guisa y Bayamo.
Al intervenir los norteamericanos en la Guerra Hispano-Cubana el 21 de abril de 1898 y desconociendo sus verdaderas intenciones, les presentó un plan para derrotar a los españoles el cual no fue aplicado por las fuerzas invasoras que sufrieron bajas relevantes y se vieron obligadas a recurrir al jefe mambí.
Calixto movió parte de sus tropas por mar al este de la ciudad de Santiago de Cuba, aseguró el desembarco de las fuerzas estadounidenses, encabezó el avance sobre las fortificaciones españolas y otras fuerzas mambisas cerraron las vías de acceso por tierra e impidieron la llegada de refuerzos y recursos.
Indignado por la decisión de los estadounidenses de impedir la entrada de los mambises cubanos a Santiago de Cuba una vez consumada la victoria, renunció al cargo de jefe del Departamento Oriental y el 17 de julio escribió una carta al jefe de las fuerzas norteamericanas, General William Shafter, denunciando con crudeza las verdaderas intenciones de su ocupación del país: “No somos un pueblo salvaje que desconoce los principios de la guerra civilizada: formamos un ejército pobre y harapiento, […] como lo fue el ejército de vuestros antepasados en su guerra noble por la independencia […] pero, a semejanza de los héroes de Saratoga y de Yorktown, respetamos demasiado nuestra causa para mancharla con la barbarie y la cobardía”.
Entre el 16 y el 17 de agosto de 1898 ganó el combate de Auras, último de la guerra, y el 13 de septiembre, el claudicante Consejo de Gobierno lo destituyó del cargo de Lugarteniente General del Ejército Libertador por considerar que había dejado de merecer su confianza. Nueve días después hizo su entrada en Santiago de Cuba donde fue objeto de un gran recibimiento popular.
Hombre bravo y persistente, el gran estratega holguinero se mantuvo en pie de lucha contra España desde el mismo alzamiento independentista de octubre de 1868 hasta la intervención yanqui en 1898, cuando la Guerra Necesaria, de la que era el segundo jefe del Ejército Libertador, estaba ya casi ganada.
Fue una vida azarosa la de Calixto García, quien antepuso siempre los requerimientos de la Patria ante los suyos propios y los de su familia que sufrió diferentes tragedias, pero éstas no mellaron su espíritu de combate.
Con la muerte de Calixto García, el pueblo cubano perdió a uno de sus hombres más valerosos, en una etapa incierta en la que sobre el país pendía la sombra de la anexión a los Estados Unidos a la cual siempre se enfrentó.

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