
Desde hace 123 años las intenciones de Estados Unidos hacia Cuba quedaron claras, al proclamar el 20 de mayo de 1902 una república mediatizada que era una burla al sentimiento independentista criollo, pues lo que nacía era una neocolonia del naciente imperio del Norte revuelto y brutal que nos desprecia
El izamiento de la enseña nacional de Cuba en el viejo Palacio de los Capitanes Generales de La Habana, ponía fin a la ocupación militar de Estados Unidos, estrenaba gobierno con un presidente sumiso a sus intereses y una Constitución amarrada por la Enmienda Platt a los mandatos de Washington.
El líder de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz, apuntaría años después que “lo peor de la Enmienda (Platt) fue la hipocresía, el engaño, el maquiavelismo y el cinismo con que elaboraron el plan para apoderarse de Cuba”.
El pretexto de la oportuna y misteriosa explosión del acorazado Maine en la bahía habanera había “justificado” mediáticamente al mundo la intervención norteamericana cuando la metrópoli española ya no podía sostener la guerra, ni militar ni económicamente, frente al pujante Ejército Libertador cubano.
La ocupación norteamericana fue un duro golpe a la independencia por la que su pueblo cubano había luchado durante más de 30 años cuando la guerra contra el colonialismo español estaba prácticamente ganada por los mambises, y que con engaños y falsas promesas le arrebataron el triunfo y no permitieron ni siquiera entrar a los mambises en Santiago de Cuba.
Al impedírsele entrar en la capital oriental para participar en la rendición hispana en 1898, bajo el pretexto de posibles venganzas de los cubanos contra los españoles, el general independentista Calixto García, dirigió una enérgica protesta al general estadounidense William Shafter donde le decía: “no somos un pueblo salvaje que desconoce los principios de la guerra civilizada; formamos un ejército pobre y harapiento, tan pobre y harapiento como lo fue el ejército de vuestros antepasados en su guerra noble por la independencia de los Estados Unidos de América; pero, a semejanza de los héroes de Saratoga y de Yorktown, respetamos demasiado nuestra causa para mancharla con la barbarie y la cobardía”.
La ocupación militar norteamericana, “legitimada” ante las potencias de la época por el Tratado de París del 10 de diciembre de 1898, permitió a Estados Unidos entrar formalmente en posesión de Cuba el 1 de enero de 1899. John R. Brooke fue impuesto como gobernador militar y dividió el país en siete departamentos, dejando al frente de cada uno a un general del ejército de ocupación, reservando para sí la autoridad suprema.
De inmediato comenzó la otra ocupación, con la penetración de capitales estadounidenses en sectores como la industria tabacalera, azucarera y la minería, en abierta competencia con los intereses económicos británicos en la Isla. El 20 de diciembre de 1899, el general Leonard Wood, gobernador de Santiago de Cuba, sustituyó a Brooke en la gobernatura de la Isla, fortaleció el dominio norteamericano sobre los sectores económicos y se propuso "americanizar" Cuba por medio de una ocupación prolongada.
Los amañados comicios presidenciales de 1901 fueron un vivo ejemplo de la manipulación de Washington. Los generales Máximo Gómez, quien condujo las fuerzas independentistas cubanas durante toda la guerra contra España; y Bartolomé Masó, igualmente vinculado a la contienda, retiraron sus candidaturas debido a las distorsiones del proceso, y resultó electo Tomás Estrada Palma como presidente, quien había sucedido a José Martí en el cargo de Delegado del Partido Revolucionario Cubano para luchar por la independencia y luego de la ocupación norteamericana lo traicionó, disolvió el Partido, clausuró su periódico Patria y fue un impulsor de la desmovilización del Ejército Libertador y de los órganos de dirección de la Revolución, facilitando así la tutela de la gran potencia, y hasta la posibilidad de una anexión.
Ese 20 de mayo de 1902 el patriota vinculado a la gesta libertadora de 1895, Juan Gualberto Gómez, alertaba al pueblo cubano en la revista El Fígaro que “más que nunca hay que persistir en la reclamación de nuestra soberanía mutilada; y para alcanzarla, es fuerza adoptar de nuevo en las evoluciones de nuestra vida pública las ideas directoras y los métodos que preconizara Martí”.
El saliente gobernador militar norteamericano, Leonard Wood, declaró entonces, sin tapujos ni vergüenza, que “por supuesto que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt y lo único indicado ahora es la anexión. Es bien evidente que está absolutamente en nuestras manos. Con el control, que sin duda pronto se convertirá en posesión, en breve prácticamente controlaremos el comercio de azúcar en el mundo. La Isla se norteamericanizará gradualmente y a su debido tiempo contaremos con una de las más ricas y deseables posesiones que haya en el mundo”.
Próximo a concluir su período como presidente, Estrada Palma decidió ser reelegido, para lo cual se valió de la fuerza del poder y del fraude. Esto motivó que los seguidores del Partido Liberal se alzaran en armas. Cuando se percató éste de que la revuelta popular amenazaba con derrocarlo del poder, prefirió solicitar al gobierno norteamericano una nueva intervención militar.
Durante casi tres años, entre 1906 y hasta el 28 de enero de 1909, la Isla se mantuvo nuevamente bajo la administración militar estadounidense. En las elecciones convocadas por la segunda intervención militar norteamericana, el 14 de noviembre de 1908, resultó electo José Miguel Gómez, y en su gobierno reprimió violentamente al Movimiento Independiente de Color en 1912.
No sería hasta el 1 de enero de 1959, con el triunfo de la Revolución Cubana que la Isla conquistaría su verdadera y definitiva independencia, y la recordación de esa infausta fecha del 20 de mayo sirve hoy para reafirmar la necesaria unidad del pueblo cubano para defender las conquistas logradas y el legado de nuestros mártires en todas nuestras luchas por la independencia, frente al mismo enemigo del Norte quien una vez más aspira a destruir la obra revolucionaria encabezada por nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, e intentan rendir a Cuba por hambre, necesidades, y el fomento de las divisiones internas, como mismo lo hicieron a principios del pasado siglo XX.