
El último periodista asesinado por la dictadura batistiana fue el ecuatoriano Carlos Bastidas Argüello, cuando ya había regresado de la Sierra Maestra donde entrevistó al Comandante en Jefe, Fidel Castro, fue brutalmente ultimado en La Habana en 1958 antes de poder regresar a su país.
En homenaje al colega ecuatoriano, la Presidencia de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) acordó otorgarle post-mortem el diploma de Corresponsal de Guerra a Bastidas, y el 27 de enero de 1994 develó una tarja conmemorativa en su sede nacional.
Bastidas Argüello llegó a Cuba en 1958, logró ascender la Sierra Maestra, y establecer contacto con las fuerzas del Ejército Rebelde, e incluso sostener un encuentro con Fidel. Fue colaborador de las primeras emisiones en onda corta de Radio Rebelde, y con el seudónimo de Atahualpa Recio, se comunicó con el pueblo cubano identificado con la lucha del Movimiento 26 de Julio.
Tenía entonces solo 23 años de edad, pero ya contaba con un aval periodístico importante. Había reportado para distintos periódicos en Ecuador los sucesos de Hungría en 1956 y las caídas de las dictaduras de Gustavo Rojas Pinilla, en Colombia, y de Marcos Pérez Jiménez, en Venezuela
El periodista ecuatoriano no llegó a Cuba buscando sólo una gran noticia o hacerse de un nombre que le abriese todavía más las puertas del periodismo en el continente. Encontró aquí una verdadera Revolución y quedó atrapado totalmente por su magia en el mes y medio que estuvo en la Sierra Maestra.
“Fue conquistado por completo por la Revolución y por eso vivió en la Sierra como un revolucionario más”, contaría años más tarde el periodista argentino Jorge Ricardo Masetti, con quien coincidió en el escenario principal de la lucha armada del pueblo cubano.
Bastida retornó a La Habana el 11 de mayo, con el propósito de viajar tres días después a Estados Unidos donde pensaba denunciar los crímenes de la aviación de Batista contra comunidades rurales. Se alojó en un hotel cercano al Paseo del Prado, visitó el Colegio Provincial de Periodistas de la Habana, y estuvo en la embajada ecuatoriana en la capital, donde entregó al entonces embajador Virgilio Chiriboga los rollos con las fotos que había tomado en la Sierra Maestra, entre otros documentos.
En la noche, víspera de su partida, el 13 de mayo, se dirigió al bar Cachet, situado en la Avenida del Prado, entre Virtudes y Neptuno, donde debía recoger algunas cartas de militantes del 26 de julio para llevarlas a exiliados cubanos en Estados Unidos.
Mientras aguardaba, sentado dentro del local, un agente secreto de Batista, al servicio de Pilar García, jefe de la Policía Nacional, comenzó a injuriar al periodista ecuatoriano y después a golpearlo, antes de sacar su revólver y dispararle a mansalva un tiro en la cabeza que lo mató,
De ese brutal asesinato no se publicó una línea en la prensa de la época, sometida a la más férrea censura. El cuerpo sin vida de Carlos Bastidas fue llevado al Necrocomio por órdenes de la policía.
El colegio de Periodistas de La Habana supo de lo ocurrido y logró, tras muchos tropiezos, que tres días después le entregaran el cadáver, que fue velado en la funeraria de Calzada y K, sepultado al día siguiente en el panteón de los periodistas, en el Cementerio de Colón donde reposan sus restos. Bastidas fue el último periodista asesinado en Cuba.
