
A casi tres años del asalto al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba, con los preparativos en México del desembarco que iniciaría la Guerra de Liberación contra la tiranía batistiana, la audaz acción revolucionaria del 29 de abril de 1956 en Matanzas al asaltar el Cuartel Goicuría estremeció al país.
Aunque fallido militarmente, el asalto de un grupo de 56 revolucionarios hace 69 años a la sede del Regimiento Plácido, en la occidental ciudad de Matanzas, reafirmó el empuje combativo de una joven generación que elegía otra vez la lucha armada como camino irrenunciable para liberar al país de la dictadura.
La audaz acción fue organizada y dirigida por Reynold García García (Matanzas, 29 de diciembre de 1922 - Matanzas, 29 de abril de 1956), un joven trabajador que había militado en las filas del Partido Auténtico y nucleó a jóvenes del Movimiento 26 de Julio como Carlos Manuel Álvarez Rivero, y de otras organizaciones políticas, todos con coincidencias en los principios patrióticos.
Reynold fue uno de los primeros en caer, cercano el mediodía de aquel domingo, al fallar el factor sorpresa y que sólo el primero de los seis camiones ejecutantes intentara tomar por sorpresa a la guarnición del cuartel y entrar hasta la plazoleta central.
El vehículo ocupado por el líder fue ametrallado por los soldados batistianos ante las puertas de entrada y él cayó muerto en el acto, enfrentando al enemigo. Análisis históricos revelan que en el asalto sólo murieron cinco combatientes, contando a Reynold, pero el saldo final fue de 15 jóvenes muertos, la mayoría asesinados a mansalva por los “casquitos” luego de su captura, dentro del perímetro o en la feroz persecución por toda la ciudad.
La sanguinaria represión de los esbirros de Fulgencio Batista fue encabezada por el célebre jefe de aquella guarnición, Pilar García, un sádico asesino apodado La Hiena. que disfrutaba con retratarse sonriendo al lado de los cuerpos masacrados de sus víctimas.
El asalto había sido minuciosamente preparado por Reynold, con el apoyo de Teodoro Enrique Casado, el dueño de la finca Las tres ceibas, donde se concentraron los combatientes, y quien colaboró en el alijo de armas, transporte y otros pertrechos. El objetivo del asalto era apoderarse del armamento existente en el cuartel, secuestrar al coronel Pilar García, atacar otros edificios públicos de la ciudad y dejar incomunicada la provincia con acciones de sabotaje. Además, se tomaría la estación de radio para dar a conocer al pueblo las razones de la acción.
En un país donde se torturaba y mataba a los rebeldes y revolucionarios lograr conseguir el armamento necesario fue una tarea ardua. Al final reunieron cinco ametralladoras, 14 fusiles, 109 granadas, algunas carabinas, escasos revólveres y pistolas, lo cual no eran suficientes, pero el compromiso moral era tan grande que nada los detuvo.
El ametrallamiento del primer vehículo, donde iba Reynold, fue determinante en el final fatal pues lo dejó atravesado en la vía e impidió el paso de los cinco vehículos que venían detrás con el grueso de los asaltantes. Se generó entonces una confusión en las filas de los atacantes, quienes debieron intentar la retirada.
Los revolucionarios masacrados tras el asalto al cuartel Goicuría fueron echados a una fosa común, y sólo después del triunfo de la Revolución sus restos pudieron ser identificados y honrados para siempre por sus compatriotas, que no los olvidan y por los niños del Centro Escolar que hoy funciona en ese histórico lugar.
