
Este 18 de abril se cumplen 206 años del nacimiento del Mayor General Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria y primer Presidente de la Republica en Armas quien, a pocos días de alzarse y ver menguadas sus fuerzas en enfrentamiento desigual con tropas españolas, replicó a los derrotistas: ¡Aún quedamos 12 hombres; bastan para hacer la independencia de Cuba!
Ese cubano ejemplar fue el terrateniente y abogado quien desde su ingenio La Demajagua inició la Guerra de los Diez Años, y que murió solo combatiendo al enemigo en el lugar donde fue confinado sin escolta en la recóndita finca San Lorenzo, en la Sierra Maestra, por una traición y la conjura de falsos patriotas.
Fue también Céspedes el primero que liberó a sus esclavos, y el hecho que explica que le llamaran a partir de entonces el Padre de la Patria, ocurrió en mayo de 1870 cuando el Capitán General español en la Isla le comunicó que su hijo menor, Oscar, había sido capturado y condenado a muerte, y lo extorsionó afirmando que, si no se entregaba, asesinarían a su hijo. La respuesta de Céspedes fue tajante: «Oscar no es mi único hijo: yo soy el padre de todos los cubanos que han muerto por la Revolución».
El domingo 18 de abril de 1819, nació en la villa de San Salvador de Bayamo en el Oriente de Cuba, el primogénito hijo de Francisca de Borja López y Ramírez de Aguilar (nacida en Puerto Príncipe) y Jesús María de Céspedes y Luque (nacido en Bayamo). Al recién nacido le pusieron por nombre Carlos Manuel Perfecto del Carmen Céspedes y del Castillo.
Nacido en un hogar de abolengo, típico de los adinerados terratenientes del Valle del Cauto, el niño fue criado con todos los beneficios y comodidades. Sus abuelos maternos eran propietarios de grandes estancias de ganado, ingenios de elaborar azúcar y fincas urbanas en Bayamo y Manzanillo. Los abuelos paternos, a su vez, eran descendientes de ricos hidalgos que unían al linaje del apellido cuantiosas propiedades de diversa índole. El apellido Céspedes pertenecía desde varias generaciones a acaudaladas familias provenientes de Andalucía que se habían asentado en la prometedora colonia a mediados del siglo XVII.
Los cinco primeros años de vida del niño se desarrollaron en plena naturaleza, mimado y atendido por una negra esclava en una hacienda de la familia. De regreso a Bayamo hizo sus primeras letras en una escuelita atendida por una mujer casi anciana. Luego pasó al Convento de Nuestro Seráfico Padre donde fue acogido por los frailes como discípulo. En 1829, con diez años de edad, entra al convento de San Domingo, donde estudia Latinidad y Filosofía. Durante otros dos años, estudia Gramática Latina en el convento de San Francisco, de Bayamo.
Como hijo de familia pudiente se traslada a La Habana a realizar estudios superiores en el Real y Conciliar Colegio Seminario de San Carlos, donde años atrás dictaron sus luminosas conferencias el presbítero Félix Varela y el erudito bayamés José Antonio Saco. El 22 de marzo de 1838 obtiene el grado de Bachiller en Derecho Civil en la Real y Pontificia Universidad de La Habana.
Regresa a Bayamo y al siguiente año, el mismo día en que cumple los veinte, contrae matrimonio con su prima hermana María del Carmen Céspedes. El 3 de enero de 1840, nace su primer hijo y años después María del Carmen y Oscar.
En el mes de julio de 1840 parte Céspedes para España, rumbo a Barcelona y se matricula en la universidad de Cervera, al permanecer cerrada la alta casa de estudios de la ciudad condal. Mientras cursaba estudios se involucra en las luchas partidarias españolas y se impregna del indomable sentimiento de los catalanes resistidos a la dependencia de Castilla.
Concluidos sus estudios de Derecho y con el título de Abogado del Reino, Céspedes recorre diversos países europeos, Turquía y algunas regiones del imperio de los zares rusos, conociendo allí nuevas ideas políticas progresistas en una Europa convulsa y los fuertes contrastes sociales.
A su regreso a Cuba en 1844, el bayamés ya no es el mismo joven ingenuo en materia de política que partió en busca de su título de abogado. Céspedes dominaba y se expresaba correctamente en varios idiomas como el inglés, francés y el italiano, también conocía y manejaba desde pequeño el latín y el griego.
En Bayamo abre un bufete y escribe poemas y un folleto en el que defiende la independencia de Cuba. Secretamente inicia sus planes independentistas. A fines del mes de mayo de 1852 se radica en Manzanillo con su familia.
En 1859 ya había estado preso y desterrado. En septiembre de 1867 comenzó a conspirar en Manzanillo, junto a Francisco Vicente Aguilera y Perucho Figueredo. Más tarde fundó y presidió la Junta Revolucionaria de esa villa.
Fallecida su esposa luego de prolongada enfermedad, probablemente a principios de 1868, Carlos Manuel se trasladó al ingenio Demajagua, donde continuó su labor conspirativa. En reunión celebrada en San Miguel de Rompe el 4 de agosto de 1868 defendió sin éxito la propuesta de comenzar de inmediato la guerra contra España, por considerar que existían condiciones para ello.
El 6 de octubre de 1868, en el Ingenio Rosario, fue elegido jefe máximo del levantamiento armado, el cual se acordó iniciar el 14 de octubre de 1868. No obstante, al conocer Céspedes que el día 8 le habían cursado un telegrama al gobernador militar de Bayamo ordenándole su detención y la de los principales conspiradores, ordenó empuñar las armas y concentrarse en su ingenio La Demajagua durante la noche del día 9.
La campana del ingenio La Demajagua el 10 de octubre de 1868 llamó a los cubanos a redención, proclamando su determinación de Independencia o Muerte. Sobre los sucesos de ese día escribió luego el general Bartolomé Masó: “El General en Jefe reunió sus esclavos y los declaró libres desde aquel instante, invitándoles para que nos ayudasen si querían, a conquistar nuestras libertades; lo mismo hicieron con los suyos los demás propietarios que le rodeábamos”.
Carlos Manuel de Céspedes acababa de entrar en la inmortalidad al retar el secular poderío español con un puñado de hombres casi desarmados.