
La histórica reunión de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio (M-26-7) encabezada por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en Altos de Mompié, Sierra Maestra, fue un paso decisivo en la unión de todas las fuerzas revolucionarias bajo un mando único, tanto en la Sierra como en el Llano.
La reunión se desarrolló durante dos días, el 3 y 4 de mayo de 1958, con un espíritu muy crítico pues en ella se analizaron los errores que llevaron al fracaso de la huelga general del 9 de abril y las responsabilidades individuales de los miembros de la Dirección Nacional implicados en su preparación.
Como ha sido práctica siempre dentro del proceso revolucionario, cuando se han producido fracasos o errores en la reunión se impuso la crítica y la autocrítica para adoptar las decisiones correctas capaces de convertir el revés en victoria, en ese encuentro se actualizó también la estructura del M-26-7 tras la muerte en Santiago de Cuba de Frank País el 30 de julio de 1957. Los acuerdos en la reunión de Altos de Mompié demostraron la claridad y decisión de lucha de sus protagonistas, y la conciencia de la necesaria unidad.
Conociendo el mando rebelde los preparativos que realizaba la dictadura batistiana para emprender una gran ofensiva contra las tropas que operaban en la Sierra Maestra, la reunión sirvió para trazar una nueva estrategia insurreccional en todo el país para derrotarla y acelerar la caída de la tiranía.
Fidel, como líder indiscutible de la Revolución, presidió el encuentro, en el cual participaron Vilma Espín, Celia Sánchez, Haydée Santamaría, Luis Buch, Marcelo Fernández, el dirigente sindical Antonio (Ñico) Torres, Enzo Infante, René Ramos Latour (Daniel, jefe de las milicias del llano), Faustino Pérez, coordinador del Movimiento en la capital, y David Salvador (secretario y luego traidor después de 1959) jefe de la sección obrera del M-26-7. A propuesta de Daniel, se invitó al comandante Ernesto Che Guevara a la reunión.
Hubo consenso entre los 12 participantes de que se imponía la necesidad de una dirección única por lo cual Fidel asumió como Comandante en Jefe de la Sierra y el Llano y secretario general del Movimiento 26 de Julio. Marcelo Fernández fue designado delegado nacional de Coordinación y Delio Gómez Ochoa fue designado jefe de acción del Movimiento en La Habana, Ñico Torres, fue designado para dirigir el frente obrero y se acordó enviar a Haydée al exterior como delegada especial del Movimiento para organizar el apoyo a la guerra de liberación, entre otros importantes movimientos de cuadros.
Tanto Daniel como Faustino fueron muy receptivos con las críticas por su sobrevaloración de las posibilidades de las milicias de la capital y subestimación de las fuerzas de la tiranía, y ambos solicitaron permanecer en la Sierra como combatientes del Ejército Rebelde, una vez que hicieran entrega de sus jefaturas en el Llano. Meses más tarde René Ramos Latour murió valientemente en combate, al frente de una tropa. Faustino cumplió cabalmente todas las tareas que Fidel le asignó antes y después de 1959. Sobre su valor como comandante en el Ejército Rebelde, Che dejó testimonio en Pasajes de la Guerra Revolucionaria de cómo, bajo la metralla enemiga, incendió un avión rebelde averiado para que no cayera en manos de las tropas batistianas.
Che calificó al encuentro de Altos de Mompié de reunión decisiva. Al respecto escribió: “Por fin quedaban dilucidados varios problemas concretos del Movimiento […] La guerra sería conducida militar y políticamente por Fidel en su doble cargo de Comandante en Jefe de todas las fuerzas y Secretario General de la Organización. Se seguiría la línea de la Sierra, de lucha armada directa”. Sin relegar la táctica de huelga general revolucionaria en las ciudades, se estableció que ésta solo se realizaría cuando la situación hubiera “madurado lo suficiente para que se produjera una explosión de ese tipo”, siempre que “el trabajo previo tuviera características de una preparación conveniente para un hecho de tal magnitud”.
Se creó el ejecutivo de la Dirección nacional, que radicaría en la Sierra Maestra, compuesto por cinco miembros. Este fue un nuevo aparato dirigente, como máximo órgano, que no existía.
Se decidió crear una única dirección nacional militar y que las milicias y las fuerzas rebeldes estarían subordinadas al “Estado Mayor del Ejército Revolucionario que tendría como Comandante en Jefe a Fidel Castro y radicaría en la Sierra Maestra”. Se unificaron las estructuras militares, paso imprescindible para lograr el mando único dentro del MR-26-Julio.
Armando Hart, desde la cárcel, al saber del ejecutivo acordado en la Sierra Maestra le escribió a Faustino Pérez: “…no creo que haya mejores posibilidades históricas de realizar lo que queremos. Y sobre todo porque, sinceramente, cada día Fidel se agiganta más y porque estoy seguro de que Cuba le va a deber mucho su felicidad de mañana a la más saludable decisión del movimiento, a la integración de la dirección en la Sierra y al íntimo contacto de todos ustedes”.
Lo acertado de los acuerdos y la visión de Fidel sobre la necesaria unidad se evidenciaron pocos días después de la reunión de Altos de Mompié cuando la tiranía lanzó una gran ofensiva contra el Ejército Rebelde, el famoso Plan FF (Fin de Fidel) que se estrelló contra el coraje y valor de las fuerzas revolucionarias. El avance de las columnas rebeldes hacia el centro del país, liberando todo el oriente, se hizo indetenible. Poco más de siete meses más tarde, una huelga general revolucionaria, convenientemente preparada y coordinada, consolidó el triunfo revolucionario en enero de 1959.