
Un 12 de diciembre de 1925 se presentó Rubén Martínez Villena en la Secretaría de Justicia, junto con otros representantes de una combativa campaña popular para solicitar la libertad bajo fianza de Julio Antonio Mella, quien llevaba 19 días en huelga de hambre excluido de ese derecho por el entonces presidente.
El 20 de mayo de ese mismo año el general Gerardo Machado había asumido la presidencia de la República neocolonial, ilegalizó el Partido Comunista, a la Federación Estudiantil Universitaria, y expulsó a Julio Antonio Mella de la Universidad, encarcelándolo sin pruebas bajo la acusación de terrorista.
Ante tal arbitrariedad, Villena junto al periodista José Muñiz Vergara, (Morón, Camagüey, 27 de octubre de 1875 - La Habana, 10 de septiembre de 1945) muy admirado por su erudición --quien se hizo célebre con su seudónimo El Capitán Nemo y era amigo de Pablo de la Torriente Brau--, deciden interceder por Mella ante el mismísimo presidente.
Muñiz Vergara habló primero ante Machado, le presentó a Rubén, le habló de las virtudes de Mella, y le pidió que autorizara su excarcelación bajo fianza. La respuesta del dictador no se hizo esperar: “Mella será un buen hijo, pero es un comunista. Es un comunista y me ha tirado un manifiesto, impreso en tinta roja, en donde lo menos que me dice es asesino. ¡Y eso no lo puedo permitir!».
Ya Rubén no pudo contenerse, preso de la ira y con tono desafiante le espetó: «¡Usted llama a Mella comunista como un insulto y usted no sabe lo que es ser comunista! ¡Usted no debe hablar de lo que no sabe!».
Machado, cuentan los cronistas de la época que se replegó como un tigre que va a saltar, y con esa furia le contestó: “Tiene usted razón, joven. Yo no sé lo que es comunismo, ni anarquismo, ni socialismo. Pero a mí no me ponen rabo ni los estudiantes, ni los obreros, ni los veteranos, ni los patriotas, ni Mella. ¡Y lo mato! ¡Lo mato!”.
Inmediatamente los escoltas de Machado lo rodearon y arrastraron hacia el auto mientras Rubén, irritado, comentaba a su acompañante. “Yo no lo había visto nunca; yo no lo conocía; sólo había oído decir que era un bruto, un salvaje. Y ahora veo que es verdad todo lo que se dice. ¡Pobre América Latina, pobre América Española, que está sometida a estos bárbaros!”.
Minutos después, al relatar el encuentro a Fernando Ortiz y Pablo de la Torriente Brau en el bufete del primero, Rubén Martínez Villena calificaría genialmente al tirano: ¡Porque este no es más que un bárbaro, un animal, un salvaje, una bestia: un asno con garras! Y con ese mote trascendió Machado a la posteridad.
El Comité Pro-Libertad de Mella intensificó la campaña para liberarlo, la presión nacional e internacional se hace sentir en el gobierno y los tribunales. Se le libera el 23 de diciembre del propio año y se embarca entonces rumbo a Honduras.
Julio Antonio Mella, nació en La Habana un 25 de marzo de 1903 y fue asesinado por sicarios en una calle de México DF, el 10 de enero de 1929, mientras caminaba junto a su novia Tina Modotti cuando le faltaban dos meses para cumplir 26 años y se encontraba en plena preparación de la expedición que lo llevaría hacia Cuba para incorporarse a la lucha armada. Sus últimas palabras fueron: “Machado me mandó a matar. Muero por la Revolución. Tina me muero”.
En su corta existencia este ejemplar revolucionario fue cofundador del Primer Partido Comunista de Cuba y de la Federación Estudiantil Universitaria, entre numerosas organizaciones y desarrolló una febril actividad política que lo convirtió en un líder de talla internacional y un paradigma de la juventud cubana.
Las cenizas de Mella fueron trasladadas a La Habana el 29 de septiembre de 1933 y el monumento en su honor custodia la histórica escalinata de la universidad habanera donde tantas luchas encabezó.