A 93 años del asesinato del líder estudiantil Rafael Trejo

Rafael Trejo González

La víspera del 30 de septiembre de 1930 la dirigencia estudiantil de la Universidad de La Habana convocó a marchar hasta el Palacio Presidencial para exigir la renuncia del dictador Gerardo Machado y la rehabilitación de los estudiantes expulsados por sus actividades revolucionarias.
Entre sus organizadores estaba Rafael (Felo) Trejo González, vicepresidente de la Asociación de Estudiantes de la Escuela de Derecho, quien en broma dijo que lo que más hacía falta era una víctima, cuando colocaba la hoja de ese día tomada de un almanaque en su peor sombrero de pajilla pintado de aluminio en apoyo a la huelga de los sombrereros.
“Te voy a poner aquí: porque tú, 30 de septiembre, vas a entrar en la Historia de Cuba”, dijo Trejo antes de bajar la escalinata para enfrentar una violenta carga policial en la esquina de San Lázaro e Infanta. Pablo de la Torriente Brau, con la única arma de sus puños, cayó gravemente herido en la cabeza. Al ir a auxiliarlo, Juan Marinello fue detenido. Mientras, Felo Trejo, en Jovellar e Infanta, se enredó cuerpo a cuerpo con un policía y su compañero Díaz Baldoquín acudió en su ayuda para intentar arrebatarle el arma al verdugo. Sonó una descarga y Felo se derrumbó chorreando de sangre de su cabeza sobre el pavimento regado de casquillos y manifiestos.
Más tarde relataría Pablo de la Torriente Brau ―quien también había sido internado por una herida de bala en el cráneo― de su encuentro con Rafael Trejo dentro del hospital: “Yo no podré olvidar jamás la sonrisa con que me saludó Rafael Trejo cuando lo subieron a la Sala de Urgencia del Hospital Municipal, sólo unos minutos después que a mí, y lo colocaron a mi lado. Yo estaba vomitando sangre y casi desvanecido de debilidad. Pero su sonrisa, con todo, me produjo una extraña sensación indefinible. […] Era algo como si me volviera la cólera de la pelea a pesar de la sangre perdida, era que yo ya sabía que Trejo, con sus 20 años poderosos, se moría. Ya Trejo estaba siendo curado en la mesa de al lado a la mía. Entre vahído y vahído, yo había podido oír estas palabras, que percibí extrañamente como si estuviera dentro de un aparato de radio que sonara a lo lejos, con un poco de estática. El médico decía: «Este se salva... si no hay fractura... Las heridas de la cabeza son muy aparatosas... Se pierde mucha sangre... Pero a aquel pobre muchacho no lo salva ni Dios... Tiene una hemorragia interna...». Por eso su sonrisa era para mí como un adiós que yo recibía en condiciones de angustia invencible. […]”
“Después, a Rafael Trejo se lo llevaron de aquel rincón para hacerle la arriesgada operación para salvarlo. A mí me pasaron para la cama en donde él había estado, y en la mía pusieron a Isidro Figueroa. El hospital se fue llenando de gente, tan numerosa que hacía «huhú...» como el mar. Teté Casuso pudo pasar a verme, empujada por el pueblo a la brava, y pronto yo me sentí mejor. Las mujeres, viejas y muchachas, llenaron las salas, y se hacían abrumadoras como abejas, a fuerza de preguntas. Trejo se fue muriendo. Yo lo descubría por el silencio, al que de pronto se le ponía, como un rubí brillante, la palabra «¡Asesinos!», que algún compañero, con cólera incontenida, hacía estallar.”
El valiente dirigente estudiantil universitario, Felo Trejo, fue sometido a riesgosa operación. Falleció a las 9:50 de la noche del 30 de septiembre de 1930, a los 20 años recién cumplidos. Se convirtió así en «la víctima necesaria» de la lucha contra la tiranía de Machado, como él mismo había bromeado.
Nació en la villa de San Antonio de los Baños, en la actual provincia de Artemisa. Su madre, Adela González Díaz, ejercía como maestra rural. Su padre, tabaquero devenido doctor en Derecho, se desempeñaba como funcionario municipal en el ayuntamiento de la localidad.
En 1919 la familia se mudó para la capitalina barriada de La Víbora. Felo, como lo llamaban sus progenitores. Cursó sus primeros estudios en la escuela pública número 46. Ingresó en el Colegio Belén, donde con notas brillantes cursó los primeros tres años del bachillerato. El cuarto lo hizo en el Instituto de La Habana con las más altas notas. Se graduó de bachiller a los 17 años.
Cuando en 1927 matriculó la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana, conoció a Raúl Roa, quien solía recordarlo como «un mozalbete de pelo lustroso, tez trigueña, bigote mongol, torso amplio y ágil musculatura».
Desde ese mismo día nació entre ellos una gran amistad. Felo entonces le confesó, según el relato de Roa: “Voy a matricularme en Derecho público y en Derecho Civil. Creo que he cogido la carrera más acorde con mi vocación y temperamento. Desde hace muchas noches sueño con el estrado; pero no creas que mi aspiración es hacerme rico a expensas del prójimo. Mi ideal es poder defender algún día a los pobres y los perseguidos. Mi toga estará siempre al servicio de la justicia. También aspiro a ser útil a Cuba. Estoy dispuesto a sacrificarlo todo por verla como quiso Martí.”
Trejo fue enterrado el 2 de octubre de 1930 a las 5 de la tarde, acompañado de una multitud de estudiantes y pueblo que coreaban consignas antimachadistas y su muerte se convirtió en bandera de lucha, como él habría querido.

Compartir:

Añadir nuevo comentario