A 67 años del Primer Congreso Campesino en Armas

Campesinos en Armas

En plena guerra contra la dictadura de Fulgencio Batista en Soledad de Mayarí Arriba, pequeño valle entre las montañas del Segundo Frente Oriental Frank País, se celebró, hace 67 años, el Primer Congreso Campesino en Armas presidido por el jefe del frente guerrillero, Comandante Raúl Castro Ruz.
El 21 de septiembre de 1958 en la antigua provincia de Oriente se forjó en las montañas del Segundo Frente la organización del campesinado para apoyar la guerra y la naciente Revolución, alianza que, después del triunfo, devendría en la creación de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP).
El Congreso Campesino en Armas tuvo como antecedente histórico más inmediato la asamblea de cosecheros de Café efectuada el día 25 de mayo de 1958 en las Vegas de Jibacoa, Sierra Maestra, convocada por el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde, Fidel Castro Ruz, y que, según declaraciones posteriores al triunfo del líder campesino Pepe Ramírez, podía considerarse La madre de ese Congreso.
El Congreso Campesino en Armas fue el escalón más alto de la organización revolucionaria del campesinado en el Segundo Frente. Las tropas del Ejército Rebelde prestaron atención y respaldo a la organización de los campesinos de las zonas liberadas que se unían y trabajaban como su retaguardia.
Es así que se celebraron previamente decenas de asambleas masivas en las montañas de Oriente, hasta que el 21 de septiembre a las once de la mañana, en el salón de baile del comerciante Juan Clavel, ubicado frente a una pequeña valla de gallos, quedó inaugurado el Congreso Campesino en Armas.
Meritorio trabajo preparatorio jugó el Comité Regional Campesino, que posibilito que las asambleas para la elección de los delegados al Congreso en Armas se convirtieran en verdaderos actos festivos de masas, lo que, en muchas ocasiones, les hacía olvidar que estaban en guerra.
Este entusiasmo, dada la plena identificación de los campesinos con el Ejército Rebelde, fue lo que hizo posible que los delegados al Congreso, incluyendo mujeres y ancianos, caminaran decenas de kilómetros hasta el punto acordado, en muchos casos por caminos fangosos, bajo la lluvia, cruzando ríos crecidos y con la amenaza constante de ser bombardeados y ametrallados. 
Dos centenares de campesinos de 84 bases campesinas en seis municipios de la antigua provincia de Oriente, incluyendo delegados de Baracoa, Maisí, de los extremos de Guantánamo, de Sagua y de Mayarí, caminaron hasta tres días con sus noches para llegar al Congreso; muchos de ellos, que no recibieron a tiempo el aviso del cambio de lugar, fueron a pie hasta Calabazar de Sagua y de allí a Soledad de Mayarí Arriba.
El objetivo central del Congreso fue servir de vehículo y tribuna para patentizar la plena identificación del Ejército Rebelde con los anhelos y aspiraciones de los campesinos, así como la firme decisión de continuar prestando el más decidido apoyo al movimiento que se gestaba y elevar a un plano superior, el respaldo de los campesinos a las fuerzas combatientes. 
La presencia de 201 delegados asistentes al congreso, dadas las condiciones difíciles de la guerra y la carencia de medios de transporte, habla con elocuencia del trabajo organizativo realizado, del extraordinario entusiasmo reinante entre la masa campesina y de la responsabilidad con que los delegados asumieron el mandato otorgado por sus compañeros.
La importancia concedida a este congreso por la Comandancia Rebelde lo evidencia el hecho de haber estado presidido por el Comandante Raúl Castro y que, junto al jefe guerrillero, integraran la presidencia del histórico evento los miembros del Comité Regional Campesino, encabezado por su presidente el campesino Pepe Ramírez; el jefe del Buró Agrario capitán José Serguera Riverí y un numeroso grupo de miembros del Estado Mayor y jefes de departamentos adscriptos a la comandancia, entre ellos, los comandantes Carlos Jiménez Fonseca, Reynerio Jiménez y Léster Rodríguez, los capitanes Antonio Pérez Herrero y Augusto Martínez Sánchez, el teniente José Cuza y Vilma Espín, coordinadora entre el movimiento clandestino en Oriente y el Ejército Rebelde.
Los hombres y mujeres campesinos allí reunidos expresaron libremente sus ideas, sin prejuicios, sin temor; allí denunciaron por su nombre a los testaferros que asediaban el pedazo de pan de sus hijos, a los latifundistas y propietarios de tierras que amenazaban constantemente con desalojarlos, las extorsiones de que eran víctimas por los garroteros, la carencia de precios fijos a sus cosechas, los abusos, atracos y la especulación que se había extendido sin piedad por toda aquella región. 
Denunciaron los rejuegos de las asociaciones colegiadas de cafetaleros, colonos, cosecheros de papa y otros, carentes del respaldo de la masa de pequeños agricultores pobres, cuyo único objetivo era impedir la unidad del movimiento campesino; denunciaron también la inexistencia de casas de socorro, hospitales y asistencia médica en los campos, la falta de caminos para facilitar la transportación de sus productos, la carente política de créditos; plantearon la necesidad de construcción de escuelas, así como también se hicieron otras demandas económicas y sociales.
El Congreso realizó un profundo análisis de la crítica situación política, económica y social que padecía la nación y, particularmente, el campesinado; lo cual constituyó una vibrante denuncia de la dependencia económica de Cuba con el imperialismo yanqui, la monopolización de su principal riqueza y los medios fundamentales de producción. Planteó crudamente la terrible situación de miseria y desamparo a que se sometía a la población de las zonas montañosas, abogó por el fortalecimiento de la alianza obrera y campesina, demandó la lucha por las demandas, la implantación de una genuina reforma agraria, el derecho a la posesión de la tierra por quien la trabaja y reiteró su posición por la culminación victoriosa del proceso insurreccional.
Una valiosa contribución ofreció, tanto en la redacción del informe como en la elaboración de la Declaración de principios y el Reglamento general aprobado en el Congreso, el veterano dirigente campesino (fundador de la Asociación Nacional Campesina de Cuba) Romárico Cordero Garcés, quien, además, había tenido una participación activa en las labores preparatorias del evento.
“Hoy 21 de septiembre de 1958, ha sido y será por mucho tiempo un día memorable para ustedes, para nosotros, para la Revolución Cubana”, afirmó con emoción el Comandante Raúl Castro en la clausura del Congreso. “Jamás, desde que Cuba es Cuba, jamás, repito, habíamos presenciado un congreso campesino, un congreso de campesinos revolucionarios en medio de una guerra..." A las 10 y 45 minutos de la noche, agotada la orden del día, y con el esclarecedor discurso de Raúl concluyó el Congreso Campesino en Armas.
Apenas transcurridos 20 días de aquel acto, el Comandante en Jefe Fidel Castro, firmaba en la Sierra Maestra, el 10 de octubre, en el aniversario 80 del Grito de Yara y como homenaje a la gloriosa efeméride, la Ley No. 3 sobre el derecho de los campesinos a la tierra, puesta en vigor de inmediato en todos los territorios liberados por el Ejército Rebelde, como firme muestra de que lo planteado por las masas campesinas representadas en el Congreso era ya una realidad, y que se erigió como antecedente a la firma, en 1959, una vez obtenido el triunfo revolucionario, de la Primera Ley de Reforma Agraria.
En el aniversario XV del Primer Congreso, en 1973, Raúl expresó: “El campesino pobre y el peón agrícola comprendieron bien pronto que el Ejército Rebelde era su ejército, que la Revolución era su Revolución, y el hombre humilde de estas montañas compartía con el combatiente sus escasas viandas y su pobre bohío. Ingresó con sus hijos en las filas del Ejército Rebelde, su esposa curó a los heridos, su hija lavó y cosió las raídas ropas de aquel ejército, vestido con harapos, pero abanderado de una noble causa y de una decisión inquebrantable, liberar a Cuba de la opresión”. La alianza obrera campesina para defender e impulsar las conquistas revolucionarias estaba en marcha.

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