
La II Declaración de La Habana está más vigente que nunca, a 63 años de su aprobación por más de un millón de cubanos en la Plaza de la Revolución, con la decisión expresa de seguir resistiendo y construir el Socialismo pese a las recrudecidas agresiones, presiones y al bloqueo de Estados Unidos.
La Declaración fue aprobada por aclamación popular en la Asamblea General del pueblo de Cuba, congregado en la histórica Plaza habanera el 4 de febrero de 1962, y en ella se analizaron las raíces históricas que sirven de base a la inevitable revolución de los pueblos de Latinoamérica contra el Imperialismo.
"Resistiremos en todos los campos: resistiremos en el campo de la economía; seguiremos avanzando en el campo de la cultura (...); la Patria no trabaja para hoy, la Patria trabaja para mañana. Y ese mañana lleno de promesas no podrá nadie arrebatárnoslo, no podrá nadie impedírnoslo, porque con la entereza de nuestro pueblo lo vamos a conquistar, con el valor y el heroísmo de nuestro pueblo lo vamos a conquistar", afirmó el líder cubano Fidel Castro Ruz.
Después de una serie de agresiones, sabotajes y crímenes cometidos por bandas contrarrevolucionarias financiadas por la CIA estadounidense y de la derrotada invasión mercenaria por Playa Girón en abril de 1961, ocurrió el 4 de febrero de 1962 la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA) respondiendo a presiones de Estados Unidos, durante una reunión desarrollada en Punta del Este, Uruguay y la gigantesca concentración en La Habana fue la respuesta cubana.
En Punta del Este todos los gobiernos latinoamericanos, con la única honrosa excepción de México, rompieron relaciones diplomáticas con el gobierno revolucionario, lo cual originó la II Declaración de La Habana.
La Declaración se convirtió en una verdadera reafirmación de principios, en favor de la proyección y vocación latinoamericana de la Revolución Cubana. Es un documento de profundo respeto al carácter socialista e internacionalista del proceso político cubano, con excepcional énfasis en su trascendencia latinoamericana, pues en él se examinan las raíces históricas de los pueblos de nuestro continente, contra las acciones injerencistas del Imperialismo.
Fidel denunció en el documento la intervención del gobierno de los Estados Unidos en la política interna de los países de América Latina, que se comportaba desde entonces en forma cada vez más abierta. Los imperialistas no temían por la Revolución Cubana, sino por la Revolución Latinoamericana, con el miedo a que los pueblos saqueados del continente arrebataran las armas a sus agresores y se declararan como en el caso de Cuba: pueblos libres de América, afirmó el máximo líder cubano.
La Segunda Declaración comienza rememorando las predicciones que, en 1895, escribiera José Martí, convencido del peligro que simbolizaban los Estados Unidos para los pueblos de América y en especial para Cuba.
En el texto aprobado masivamente en votación de la entusiasta multitud congregada y reafirmado luego en todos los rincones del país, se reafirmó la dignidad nacional, la autodeterminación y soberanía de la nación cubana.
Concluyó la Segunda Declaración de La Habana con una de las frases más conocidas de la historia de la Revolución Cubana, que luego el comandante Ernesto Che Guevara leería en las Naciones Unidas y haría famosa en el mundo entero:
"Porque esta gran humanidad ha dicho ¡Basta! y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente. ¡Ahora, en todo caso, los que mueran, morirán como los de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera, irrenunciable independencia!"