A 129 años del desembarco de Martí y Gómez por Playita de Cajobabo

Monumento Playitas de Cajobabo

“Salto, Dicha Grande”, así describió en su diario de campaña el Delegado del Partido Revolucionario Cubano (PRC), José Martí Pérez, su llegada la noche del 11 de abril de 1895 en un pequeño bote a Playitas de Cajobabo mostrando la satisfacción de pisar su amada tierra cubana para sumarse a la Guerra Necesaria.
Pocos días antes, Martí y el General en Jefe del Ejército Libertador, Máximo Gómez, redactaron y firmaron el 25 de marzo de ese año el Manifiesto de Montecristi, en esa pequeña ciudad en la costa noroeste de la actual República Dominicana, donde reiteraron al mundo los objetivos y propósitos del PRC los principios que animan la nueva guerra contra el colonialismo español y por la independencia nacional, y llamaron al combate a la sociedad cubana. En esa ocasión Martí escribe una carta a su entrañable amigo, Federico Enríquez y Carvajal donde manifiesta su decisión de entregarse por entero a la contienda, y participar directamente en ella con el mismo coraje, dedicación y esfuerzo con que convocó y organizó la guerra.
El desembarco, casi un naufragio, por Playitas de Cajobabo ocurrió en un lugar no previsto de antemano, pues la primera goleta con quien pactaron el 3 de abril se negó finalmente a dejarlos en costas cubanas y los desembarcaron días más tarde en Cabo Haitiano. Desde ese lugar, Martí, Gómez y un pequeño grupo de oficiales mambises se hicieron nuevamente a la mar el 10 de abril para intentar llegar a Cuba. Finalmente lograron llegar a suelo cubano hace 129 años por una pequeña playita de rocas cerca de Cajobabo, Baracoa, al sureste de la antigua provincia de Oriente, en una noche lluviosa.
Los apuntes, casi telegráficos de Martí en su diario reflejan la tensión del momento: “Salimos del Cabo. – Amanece en Inagua (Isla Gran Inagua). – Izamos velas… bote. Salimos a las 11. Pasamos rozando a Maisí, y vemos la farola. Yo en el puente. A las 7 ½ (pm), oscuridad. Movimiento a bordo. Capitán conmovido. Bajan el bote. Llueve grueso al arrancar. Rumbamos mal. Ideas diversas y revueltas en el bote. Más chubasco. El timón se pierde. Fijamos rumbo. Llevo el remo de prueba. (César) Salas rema seguido. Paquito Barrero y el General (Gómez) ayudan de popa. Nos ceñimos los revólveres. Rumbo al abra. La luna asoma, roja. Bajo una nube. Arribamos a una playa de piedras. La Playita (al pie de Cajobabo). Me quedo en el bote el último vaciándolo. Salió. Dicha grande. Viramos el bote, y el garrafón de agua. Bebemos Málaga. Arriba por piedras, espinas y cenagal. Oímos, y preparamos, cerca de una talanquera. Ladeando un sitio. Llegamos a una casa. Dormimos cerca. Por el suelo”. Nadie podía imaginar entonces que el Apóstol estaba entonces a 39 días de su muerte en combate.
Después de caminar tres kilómetros y esperar a las tres de la madrugada llaman a la casa de los Leyva, campesinos de la zona. Son atendidos por el matrimonio Adela y Gonzalo, y es donde por primera vez se le brinda abrigo y hospitalidad en tierra cubana, Martí al respecto dijo. “Yo no olvidaré nunca todo lo ocurrido esta noche, pero mucho menos el encuentro con esta gente, este fogón y este café”. A las 9 de la mañana salen destino a la finca Sao de Nagecial, propiedad de los Leyva lugar seguro y con provisiones de alimentos como el inicio de una difícil búsqueda hasta encontrar las primeras fuerzas insurrectas.
Martí califica al 14 de abril como “día mambí”, en ocasión del ansiado encuentro con la primera guerrilla mambisa al mando del comandante Félix Ruenes. Al día siguiente continúa en su diario: “(...) al caer la tarde, en fila la gente, sale a la cañada el General, con Paquito (coronel Francisco Borrero), Guerra (Brigadier Ángel) y (el comandante) Ruenes. “¿Nos permite a los 3 solos?” Me resigno mohino. ¿Será algún peligro? Sube Ángel Guerra, llamándome, y al Cap. Cardoso. Gómez, al pie del monte, en la vereda sombreada de plátanos, con la cañada abajo, me dice, bello y enternecido, que aparte de reconocer en mí al Delegado, el Ejército Libertador, por él su jefe, electo en consejo de jefes, me nombra Mayor General. Lo abrazo. Me abrazan todos”.
El pequeño grupo inicia entonces jornadas agotadoras para quienes como Martí no estaban acostumbrados a escalar altas montañas, al sereno y la frialdad de la noche, el sol ardiente, la lluvia y los peligros de la guerra contra las tropas del colonialismo español.
Todos se sorprenden de la firmeza y resistencia de Martí quien, sin una sola queja, sigue el paso de la pequeña tropa, redacta instrucciones, despacha correspondencia, arenga a los mambises que lo aclaman como presidente.
El intelectual y dirigente Abel Prieto Jiménez reseña en un artículo que “Martí y Gómez se topan el 25 de abril en la región de Guantánamo con el General José Maceo y su tropa, que acaban de enfrentarse con éxito al enemigo y lo han forzado a retirarse. El General José les entrega caballos, algo de lo que han carecido desde su desembarco, y a Martí en especial le obsequia el corcel bayo claro, casi blanco, que utiliza el resto de sus días mambises”. 
El 5 de mayo Martí junto al General en Jefe Máximo Gómez, avanzan al encuentro del General Antonio Maceo quien los ha citado para el ingenio La Mejorana.
“Martí, Maceo y Gómez supieron colocar a Cuba y a sus ideales por encima de cualquier discrepancia. Otro ejemplo de cómo el principio de la unidad — garantía de la victoria— ha sido una constante en nuestro proceso histórico. Cada ocasión en que no cuajó esa unidad imprescindible fue aprovechada por nuestros enemigos”, subraya finalmente Abel Prieto.

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