Calixto García, el general de las tres guerras por la independencia de Cuba

Calixto García

El león holguinero (como lo nombraban) nació el 4 de agosto de 1839 en la calle de San Diego, provincia de Holguín. fue un militar cubano, general y líder insurrecto durante la Guerra de los Diez Años (1868-1878), la Guerra Chiquita (1879-1880) y la Guerra Necesaria (1895-1898). Participó en la Guerra de los Diez Años, la Guerra Chiquita y la Guerra Necesaria. Es considerado uno de los principales estrategas de las guerras de independencia cubanas. Prestó especial atención a la preparación de las tropas y al trabajo cohesionado del Estado Mayor, así como a la planificación detallada de las campañas y acciones combativas con el empleo de mapas y croquis, y su dirección desde los puestos de mando. Fue el jefe que más empleó la artillería, para la cual exigía dominar los conceptos técnicos y balísticos. Desarrolló el arte de sitiar y tomar ciudades y poblaciones, además de atacar a grandes columnas enemigas. Demostró un gran civismo y un concepto supremo de la dignidad cubana con respecto a los norteamericanos, antes, durante y después de la llamada Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana

4 de agosto de 1839, hace 186 años, nació en Holguín el patriota Calixto García.

Calixto García Íñiguez. Héroe de la independencia cubana. Combatiente de las tres guerras por la independencia de Cuba. Libró múltiples combates y sobresalió por su sólida formación militar, adquirida de forma autodidacta. 
El león holguinero -como nombraban a Calixto García Íñiguez- nació el 4 de agosto de 1839 en la calle de San Diego, esquina a la del Rosario, tiene que dejar la escuela a los catorce años para dedicarse a un trabajo como comerciante, en el pequeño negocio de un tío en Bayamo, más tarde se emplearía en Trinidad. Siendo muy joven se traslada hacia la capital habanera para continuar en la práctica del comercio, extendida en la época, y con la intención de llegar hasta la universidad. No obstante, sus intenciones se frustran, ni siquiera cursa el bachillerato. 
Regresa al Oriente, específicamente a Arroyo Hondo, próximo a Jiguaní, allí se encarga de un tejar de su madre doña Lucía Íñiguez Landín. Se casa con Isabel Vélez contra la voluntad materna y paterna- en dependencia de la fuente consultada- un 11 de agosto de 1862: de esta unión nacen seis hijos. Se sabe por el proceso que se efectuaría para impedirle su matrimonio con la que sería su esposa en Jiguaní lo siguiente: que afirmaba su pertenencia como natural de Holguín y de este vecindario, soltero, hacendado, y de veintidós años. Administraba cuantiosos bienes al tiempo que ampliaba su cultura de modo autodidacta, en la misma región adonde se casó. 
De estos bienes se sabe por otras fuentes que constituían el capital de un pequeño terrateniente por informe de Vicente Ginero y Aguilar en que rinde cuenta de las posesiones del ya casado vecino de Jiguaní que dirige al Teniente Gobernador de esta localidad: que poseía un tejar en santa Rita con hornos, piras, casa de oficio y los demás objetos necesarios para su funcionamiento, en un terreno de unas siete caballerías, en que para su trabajo se servía de siete yuntas de bueyes, dos carretas, seis caballos: la mitad de sillas y la otra de carga; y dos esclavos nombrados Olegario y Serapio. 
En lo que coinciden los autores de numerosos libros sobre el estratega oriental es en que procedía de una familia de las más visibles aquí aunque decaídas en bienes de fortuna, y en particular la de ella por el fallecimiento de su padre refiere el investigador cubano Casasús. 
Su padre Ramón García González era hijo de Calixto García de Luna e Izquierdo, natural de Cabrejas de Pinar, provincia de Soria, Castilla la Vieja, España. Hijo legítimo de Benito García de Luna y Narcisa Izquierdo. Se casó con María de los Angeles González Velázquez, natural de Caracas, Venezuela. El matrimonio tuvo seis hijos: Josefa María, Manuela, José Agustín, Santiago, Ramón y Rosa García González. Del abuelo que fallece el 16 de junio de 1848, recibe el nombre el futuro general. 
Guerras independentistas
Guerra de los Diez Años (1868-1878)
Se alzó el 13 de octubre de 1868 en la finca Santa Teresa, Jiguaní, junto a Donato Mármol. Ese día atacaron a Santa Rita y seguidamente a Jiguaní, donde quedó como jefe militar de la plaza. Participó en la toma de Bayamo y en su posterior defensa. En noviembre de ese año, estando subordinado al teniente general. Luis Marcano, fue ascendido a coronel. 
Después de participar en el ataque de El Cobre, el 21 de ese mes, se puso bajo las órdenes del mayor general Modesto Díaz. El 15 de febrero de 1869 dirigió su primer combate en Loma de Piedra, donde cortó el paso a una tropa española que acudía a reforzar la defensa de Guisa, la cual era atacada por Díaz. En ese mes pasó a ser segundo jefe de la Brigada de Jiguaní, bajo el mando del mayor general Máximo Gómez, con grado de general de brigada y en agosto del mismo año se convirtió en jefe del estado mayor de Gómez cuando éste era jefe de la División de Holguín.

En enero de 1870 regresó, con Gómez, a la región de Jiguaní. En junio de ese año resultó herido en un brazo, en las cercanías de Charco Redondo. Un mes después sustituyó a Gómez en la jefatura del distrito de Jiguaní. En 1871 atacó a Baire el 9 de junio, a Buey Arriba el 9 de julio y a Jiguaní el 12 y 18 de septiembre; combatió en La Güira en noviembre de 1871, y el 4 de enero de 1872 atacó a Guisa. En febrero de 1872 recibió el mando de la División de Holguín. El 5 de abril de 1872 se enfrentó a una columna española en Alcalá y el 1 de mayo de 1872 fue ascendido a mayor general. 
Los días 6 y 23 de mayo libró las acciones de Los Berros y Sabana de Punta Gorda respectivamente. El 20 del siguiente mes sustituyó a Gómez en la jefatura de la División Cuba, que abarcaba los distritos de Baracoa, Guantánamo, Santiago de Cuba y El Cobre, manteniendo el mando de la División de Holguín. El 6 de julio de 1872 asaltó al poblado de Samá, el 17 de octubre de 1872 atacó nuevamente a Guisa y, entre los días 19 y 20 de diciembre de 1872 atacó y tomó a Holguín. 
El 10 de abril de 1873 ocupó el poblado de Auras. Tres días después atacó a una columna en La Cana y al siguiente día asaltó al ingenio fortificado de San Francisco. El 4 de junio de 1873 batió a otra columna española en Zarzal y el 26 de ese mes libró el combate de Santa María de Ocujal (Copo del Chato). El 27 de octubre de 1873 apoyó con sus tropas la decisión de la Cámara de Representantes de destituir al presidente de la República en Armas, Carlos Manuel de Céspedes. En noviembre, al desaparecer el Departamento Provisional del Cauto, se convirtió en jefe de toda la provincia oriental (1 Cuerpo), pues se le subordinaron los distritos de Jiguaní, Bayamo, Manzanillo y Las Tunas. 
El 10 de ese mes penetró en la ciudad de Manzanillo, después de atacarla desde cuatro direcciones. Terminó 1873 con las acciones de Bueycito, Palmas Altas, Boquerón y Santa Rita. El 9 de enero de 1874 libró el combate de Melones, en el distrito de Jiguaní. Días después marchó al frente de 1 200 hombres hacia Camagüey, acompañado por el presidente Salvador Cisneros y los miembros de la Cámara de Representantes. Allí se acordó realizar la invasión a Las Villas; pero Calixto regresó a Oriente en marzo, y tuvo que enfrentarse al motín provocado por el teniente coronel Payito León, en Las Tunas. 
El 6 de septiembre de 1874, hallándose acompañado solamente por unos 20 efectivos, el enemigo logró cercarlo en San Antonio de Baja, cerca de Veguitas, en Bayamo. Ante tal situación prefirió morir antes de caer en manos de los españoles y se disparó debajo de la barbilla. La bala salió por la frente, que quedó marcada para siempre por la salida del proyectil. (Por esta cicatriz, José Martí lo apodaría «el hombre de la estrella en la frente»).
Gravemente herido, fue hecho prisionero y enviado a las cárceles de Pamplona y Alicante (en España), donde permaneció cuatro años. Como resultado del Pacto del Zanjón (10 de febrero de 1878), fue puesto en libertad el 29 de mayo de 1878. 
Guerra Chiquita (1879-1880)
Marchó a Nueva York (Estados Unidos), con el firme propósito de preparar una nueva guerra. Allí presidió desde septiembre de ese año, el Comité Revolucionario Cubano dándose a la tarea de organizar lo que se conoció como la Guerra Chiquita. El 29 de marzo de 1880 salió de Jersey City (cerca de Nueva York), al frente de una expedición de 26 hombres, en la goleta Hattie Haskel. El 1 de abril, ya próximos a la costa sur de Oriente, fueron descubiertos por dos cañoneras españolas y se vieron obligados a poner rumbo a Jamaica, donde la nave fue incautada por las autoridades inglesas. El 24 de ese mes salió de Jamaica en un bote y tuvo que regresar a remo al punto de partida debido a la rotura del mástil. 
Tras un nuevo intento logró desembarcar por la Playa Cojímar, al oeste de Santiago de Cuba, el 7 de mayo. Después de percatarse de la falta de condiciones para la lucha, y sintiéndose enfermo y aislado, capituló el 3 de agosto en Mabay, cerca de Bayamo. Fue deportado a España, donde residió hasta que comenzó la Guerra del 95, en que se trasladó a Nueva York. 
Guerra del 95
En Nueva York organizó una expedición que salió en el vapor Hawkins, el cual naufragó el 26 de enero de 1896, horas después de su partida. A los pocos días organizó otra que también fracasó al ser detenida por las autoridades estadounidenses, el 24 de febrero de 1896, cuando se realizaba el trasbordo para el vapor Bermuda, en aguas jurisdiccionales de Estados Unidos. En el tercer intento logró desembarcar el 24 de marzo de 1896, en ese propio vapor Bermuda, al frente de 78 expedicionarios, por Maraví, a 10 kilómetros al noroeste de Baracoa. 
El 28 de abril de 1896 fue designado jefe del Departamento Oriental; pero no ocupó el cargo hasta finales de mayo. En junio resultó herido en un brazo en la acción de Cruz de Piedra, y en julio incursionó en la región de Guantánamo, donde libró los combates de Los Moscones, Belleza, La Gloria y Yerba de Guinea. Un mes más tarde atacó y tomó el fuerte de San Marcos, en Loma del Hierro. Después de tomar Guáimaro, en Camagüey, en octubre de 1896, regresó a la provincia oriental para comenzar una campaña cuya primera etapa consistió en desgastar al enemigo asaltándole los convoyes de suministros a las plazas y ciudades, para culminar con el sitio y toma de estas. Estableció una región de operaciones que abarcaba Bayamo, Manzanillo, Las Tunas, Palma Soriano, Holguín y Niquero. 
Culminó el año 1896 con los combates de Barrancas y Jucaibama. Tras la caída del mayor general Antonio Maceo el 7 de diciembre de 1896, fue nombrado lugarteniente general del Ejército Libertador, manteniendo el cargo de jefe del Departamento Oriental. En 1897, después de combatir en Cambute, atacó Jiguaní el 17 de marzo de 1897 y tomó Las Tunas del 28 al 30 de agosto de 1897 y Guisa el 28 y 29 de noviembre de 1897. Las fuerzas bajo su mando liberaron a Bayamo el 28 de abril de 1898. 
Actitud ante la intervención estadounidense
Al intervenir los norteamericanos en la Guerra Hispano-Cubana, les presentó un plan para derrotar a los españoles en poco tiempo. Este, a pesar de ser aprobado, no fue aplicado en todas sus partes por las fuerzas invasoras norteamericanas, lo cual provocó que inicialmente sufrieran importantes bajas, por lo que se vieron obligadas a recurrir a Calixto, quien con sus indicaciones logró encauzarlas por los caminos de la victoria. Dirigió, por la parte cubana, la Campaña de Santiago de Cuba, aislándola e impidiendo que las tropas españolas pudieran acudir al sitio a esa ciudad. 
Para llevarla a cabo, el 23 de junio de 1898, embarcó con cerca de 3 000 efectivos en cuatro naves, por Aserradero, al oeste de Santiago de Cuba, para desembarcar por la Playa de Siboney, al este de esa ciudad, entre los días 24 y 25. Con las fuerzas cubanas realizó el aseguramiento de los desembarcos de las tropas del 5 Cuerpo Expedicionario de Estados Unidos y apoyó los combates de Las Guásimas, El Caney y San Juan. En esta última etapa estableció su cuartel general en Marianaje. 
Indignado por la decisión de los norteamericanos de impedir la entrada de los cubanos a Santiago de Cuba una vez consumada la victoria, renunció al cargo de jefe del Departamento Oriental y marchó con sus tropas hacia Jiguaní. EL 17 de julio escribió una carta de renuncia al jefe de las fuerzas norteamericanas, General. William Rufus Shafter, revelándole con crudeza las verdaderas intenciones de la ocupación del país. 
Entre el 16 y el 17 de agosto de 1898 llevó a cabo el combate de Auras, último de la guerra. El 13 de septiembre de 1898, el Consejo de Gobierno lo destituyó del cargo de lugarteniente general del Ejército Libertador por considerar que había dejado de merecer su confianza. Nueve días después hizo su entrada en Santiago de Cuba donde fue objeto de un gran recibimiento popular. 
Fue elegido delegado a la Asamblea de Representantes de la Revolución Cubana de Santa Cruz del Sur, donde se le designó para presidir una comisión que viajó a Washington con la misión de procurar el reconocimiento de ese órgano, así como los recursos financieros necesarios para el licenciamiento de los miembros del Ejército Libertador. 
Logros
Es considerado uno de los principales estrategas de las guerras de independencia cubanas. Prestó especial atención a la preparación de las tropas y al trabajo cohesionado del Estado Mayor, así como a la planificación detallada de las campañas y acciones combativas con el empleo de mapas y croquis, y su dirección desde los puestos de mando. 
Fue el jefe que más empleó la artillería, para la cual exigía dominar los conceptos técnicos y balísticos. Desarrolló el arte de sitiar y tomar ciudades y poblaciones, además de atacar a grandes columnas enemigas. Demostró un gran civismo y un concepto supremo de la dignidad cubana con respecto a los norteamericanos, antes, durante y después de la llamada Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana 
Muerte
Encontrándose en esa gestión, contrajo una fuerte pulmonía a consecuencia de la cual falleció el 11 de diciembre de 1898. Sus restos fueron trasladados a Cuba. 
Fue una vida azarosa la de Calixto García, quien antepuso siempre los requerimientos de la Patria ante los suyos propios y los de su familia que sufrió diferentes tragedias, pero éstas no mellaron su espíritu de combate
El Lugarteniente General del Ejército Libertador Calixto García Íñiguez murió de pulmonía por el crudo invierno de Washington a los 59 años, cuando cumplía la misión de procurar el reconocimiento a la Asamblea de Representantes de la Revolución Cubana y un licenciamiento digno a los mambises.
Recién concluida la intervención norteamericana en la Isla y lejos de la Patria a la que dedicó su vida, el General de las Tres Guerras por la independencia cubana murió el 11 de diciembre de 1898. Fue sepultado allí y más tarde sus restos llevados a La Habana a bordo de un buque de guerra del ocupante invasor estadounidense, adonde llegó dos meses después, el 11 de febrero de 1899, hace 125 años, y sepultado sin recibir el homenaje nacional que su vida y obra merecían.
Finalmente, en 1980 sus restos fueron trasladados a la oriental ciudad de Holguín, donde nació el 4 de agosto de 1839, y depositados solemnemente en un Mausoleo en la Plaza de la Revolución que hoy lleva su nombre, como sitio de homenaje perenne al jefe mambí conocido en las guerras libertadoras como El León Holguinero.
“Calixto García no necesita encomio: lleva su historia en su frente herida. El que sabe desdeñar la vida, sabrá siempre honrarla”, así expresó nuestro Héroe Nacional José Martí al referirse al prócer holguinero.  La cita se refiere a que cuando fue cercado por los españoles el 6 de septiembre de 1874 prefirió morir antes de caer en manos de los españoles y se disparó un tiro en la boca. Su frente quedó marcada para siempre por la salida del proyectil.
Sin poder lograr su objetivo, pues sobrevivió y aunque gravemente herido el Mayor General fue apresado por las tropas españolas y trasladado como prisionero político a España, donde está cuatro años desterrado hasta 1878.
Fue puesto en libertad el 29 de mayo de 1878, a causa del Pacto del Zanjón al cual se opuso enérgicamente pues dicho manuscrito no contemplaba los dos principales objetivos por los que se había derramado tanta sangre cubana: la independencia de la Isla y la abolición de la esclavitud.
Es considerado uno de los principales estrategas de las guerras de independencia, junto con Máximo Gómez y Antonio Maceo. Prestó especial atención a la preparación de las tropas, al trabajo cohesionado del Estado Mayor, a la planificación detallada de las campañas, acciones combativas con el empleo de mapas y croquis y su dirección desde los puestos de mando.
Fue el jefe que más empleó la artillería, para la cual se requería dominar los conceptos técnicos y balísticos los cuales adquirió de manera autodidacta. Desarrolló el arte de sitiar y tomar ciudades y poblaciones, además de atacar a grandes columnas enemigas. En su vida demostró un gran civismo y un concepto supremo de la dignidad cubana respecto a Estados Unidos, antes, durante y después de la llamada Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana
Luego de la caída en combate de Antonio Maceo fue nombrado Lugarteniente General del Ejército Libertador, manteniendo el cargo de jefe del Departamento Oriental, y en esa época combatió valientemente en Cambute, Jiguaní, Las Tunas, Guisa y Bayamo.
Al intervenir los norteamericanos en la Guerra Hispano-Cubana el 21 de abril de 1898 y desconociendo sus verdaderas intenciones, les presentó un plan para derrotar a los españoles el cual no fue aplicado por las fuerzas invasoras que sufrieron bajas relevantes y se vieron obligadas a recurrir al jefe mambí.
Calixto movió parte de sus tropas por mar al este de la ciudad de Santiago de Cuba, aseguró el desembarco de las fuerzas estadounidenses, encabezó el avance sobre las fortificaciones españolas y otras fuerzas mambisas cerraron las vías de acceso por tierra e impidieron la llegada de refuerzos y recursos.
Indignado por la decisión de los estadounidenses de impedir la entrada de los mambises cubanos a Santiago de Cuba una vez consumada la victoria, renunció al cargo de jefe del Departamento Oriental y el 17 de julio escribió una carta al jefe de las fuerzas norteamericanas, General William Shafter, denunciando con crudeza las verdaderas intenciones de su ocupación del país: “No somos un pueblo salvaje que desconoce los principios de la guerra civilizada: formamos un ejército pobre y harapiento, […] como lo fue el ejército de vuestros antepasados en su guerra noble por la independencia […] pero, a semejanza de los héroes de Saratoga y de Yorktown, respetamos demasiado nuestra causa para mancharla con la barbarie y la cobardía”.
Entre el 16 y el 17 de agosto de 1898 ganó el combate de Auras, último de la guerra, y el 13 de septiembre, el claudicante Consejo de Gobierno lo destituyó del cargo de Lugarteniente General del Ejército Libertador por considerar que había dejado de merecer su confianza. Nueve días después hizo su entrada en Santiago de Cuba donde fue objeto de un gran recibimiento popular.
Hombre bravo y persistente, el gran estratega holguinero se mantuvo en pie de lucha contra España desde el mismo alzamiento independentista de octubre de 1868 hasta la intervención yanqui en 1898, cuando la Guerra Necesaria, de la que era el segundo jefe del Ejército Libertador, estaba ya casi ganada.
Fue una vida azarosa la de Calixto García, quien antepuso siempre los requerimientos de la Patria ante los suyos propios y los de su familia que sufrió diferentes tragedias, pero éstas no mellaron su espíritu de combate.
Con la muerte de Calixto García, el pueblo cubano perdió a uno de sus hombres más valerosos, en una etapa incierta en la que sobre el país pendía la sombra de la anexión a los Estados Unidos a la cual siempre se enfrentó.
Calixto Ramón García Íñiguez parece un respetado anciano en muchas fotos, cuando solo vivió 59 años, ocho en la manigua y más de 21 en el extranjero, los que lo marcaron definitivamente.
En Holguín es venerado, como deben ser los héroes propios en cada lugar, y en Cuba es una figura controvertida, como todos los protagonistas de hechos históricos trascendentales.
Nació el domingo 4 de agosto de 1839, en medio de una marcha militar española y 30 años después, en plenitud de facultades, se alzó en armas contra el régimen español en la finca Santa Teresa; unos días más tarde de los sucesos de La Demajagua, para convertirse muy rápido en una de las leyendas del Ejército Libertador.
TIRO DE MAYOR DE ESPADA
Era de modales exquisitos, muy agradable, de conversación fácil, sobre todo cuando trataba historias patrias; cultura grande, carácter jovial; comunicativo, dado a la amistad, con férrea defensa de los principios y sobre todo de la ley establecida, siendo casi ciego ante ella, a la que, según él, se debían someter todos sin excepción.
De joven era pulcro en vestir, dado al baile, la jarana, la seducción de las mujeres, distinguido, lo que mantuvo siempre, incluso cuando en la manigua no podía hacer valer esa condición; muy leal a su familia, sus hijos, para quienes tenía el mejor trato, la más plena consideración y veneración.
Muy inteligente y astuto, Calixto podía conversar por horas en varios idiomas de muchos temas; firme en sus consideraciones e implacable con las faltas contra la Patria; comprensivo con los enemigos derrotados —se dice que los españoles le perdonaron por ser quien más respetó a sus soldados vencidos—; e igual armonioso y empático con sus subordinados.
También era muy fuerte enfrentando sucesos extremos, como cuando el 5 de septiembre de 1894, ante la clara realidad de su apresamiento, resolvió quitarse su vida poniéndose su revolver Smith 44 bajo su barbilla, halar el gatillo, como había prometido, aunque la bala le salió por la frente, de allí su marca, sin afectarle ningún órgano vital.
O cuando enfrentó con estoicismo el inminente ahogamiento por el hundimiento del barco Hawkins —por un sabotaje se afirma— que abordó desesperado por llegar a Cuba el 26 de enero de 1896, en tanto veía sin aspavientos y serenidad asombrosa cómo se perdía en el mar un cañón, más de mil fusiles, cientos de libras de dinamita, medio millón de municiones, machetes, revólveres y equipos médicos.
Sus exabruptos eran desmedidos, coléricos al final, y en esos momentos no existía más razón que la de él, cuando había una falta importante, se incumplía una orden o se violaba un precepto, y su agresión verbal no tenía igual hacia las personas, por lo que era repudiado por muchos, aunque la mayoría le perdonó, sobre todo porque sabía que echaba fuego por la boca en unos minutos y en los siguientes pedía disculpas por la herida abierta.
Desde que se incorporó a la guerra, García se convirtió en leyenda.
Hay una anécdota deliciosa que retrata al hombre: con su jefe de despacho, el teniente coronel Manuel Rodríguez Fuentes, acordó que este, de manera discreta, le dijera a él en voz baja “¡Ave María Purísima, general!”, y de esa forma le alertara que era hora de detenerse en sus improperios, lo que dice a las claras que la violencia era, si bien desmedida, cosa de segundos casi siempre. ´
Residió en Madrid hasta finales de 1895 —cuando pudo escaparse hasta Nueva York—, y allá se convirtió en un español más, junto a su familia, degustando la comida, los vinos, los dulces, la tranquilidad, la armonía y el bienestar singular; aunque, si bien amó mucho a España, más amaba la independencia de Cuba, por lo que no dudó ni un instante en pelear de nuevo por ella en la revolución de 1895, empeño que logró cuando desembarcó por Baracoa el 24 de marzo de 1896.
IMPRONTAS MILITARES Y POLÍTICAS
Calixto era un estratega militar extraordinario, un caudillo al que se le temía, tirano en la disciplina militar, regionalista por antonomasia, y a veces parecía de piedra, inconmovible, duro, áspero, sus ojos escudriñándolo todo, la boca impertérrita cerrada.
Fue un protagonista de excepción de varios acontecimientos importantes de las gestas independentistas y era respetado tanto por la estirpe militar española, como por los personajes del Consejo de Gobierno; pero no hay dudas que fue un hijo fiel de la época que vivió y el amor que le profesaba a la Patria lo antepuso a todo.
Estuvo involucrado de manera directa en el golpe de Estado contra Carlos Manuel de Céspedes, no solo por desavenencias con este, sino por cumplir con su deber jurídico; sin saber que después este hecho sería la real simiente de todas las demás sediciones militares, como la ocurrida contra él mismo, cuando José Sacramento León “Payito” desconoció su autoridad y hasta se le enfrentó.
Sirvió, sin saberlo, a los intereses mezquinos cuando aceptó ser el jefe de Oriente, excluyendo a José Maceo de ese mando, y mantuvo al margen al generalísimo Gómez de todas las operaciones relacionadas con el desembarco y ocupación norteamericana.
Entendió perfectamente el arte militar, no así el arte de la política sucia con respecto a Cuba, lo que provocó la desacertada dirección de la Guerra Chiquita y su postura controvertida con relación a los norteamericanos, aunque su carta al general William Shafter es un ejemplo claro de su rechazo a la prepotencia norteamericana.
Esa carta cuestionaba fuertemente a los yanquis por obviar a los mambises en sus negociaciones con los españoles para la rendición de Santiago de Cuba, por mantener las autoridades del régimen depuesto y no permitir la entrada del Ejército Libertador en la ciudad rendida; y determinó que dejara de someterse al mando del ejército invasor, como había dispuesto el gobierno traicionero, el mismo que volvió a meterle otro puñal por la espalda al héroe cubano al despojarlo de sus mandos militares por esta razón.
Sin embargo, después atendió melindres norteamericanos que confundieron más, aunque no hay dudas de que Calixto fue un radical independentista hasta la muerte, y por su prestigio descollante quien tenía mayor probabilidad de ser el primer presidente de la República, con el que los estadounidenses no querían ronchas, pues sabían que él lucharía hasta el final por alcanzar la libertad de Cuba sin condiciones o sometimiento alguno.   
Fue un hombre fiel a sí mismo, a sus creencias y convicciones y actuó en consecuencia, así que todo lo que hizo, bien o mal, estuvo condicionado por lo que pensaba era correcto en ese momento para cumplir con sus objetivos, lo que demostró en muchos momentos.
Lo que no pudieron las balas, las intrigas, el mar, las bombas, lo pudo una fulminante pulmonía, que aniquiló al héroe cubano recién llegado a Washington, a donde había ido para hablar con los dirigentes norteamericanos sobre la independencia de Cuba y sobre todo buscar el reconocimiento legal que nunca el gobierno gringo daría, sin antes haber destruido todo atisbo de soberanía cubana.
El frío gélido lo mató aquel 11 de diciembre de 1898, pero igual la enfermedad de su hija, las viles maquinaciones norteamericanas y la maleable actitud de algunos cubanos que ya se plegaban al nuevo imperio y como súbditos se sometían a sus dictados.

 

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